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Una ventana abierta a los sentimientos

La pintora asturiana María José Villaverde y la escultora catalana Mireia Serra presentan en Oviedo "Mundos soñados", una exposición en la que lo existencial y lo terrenal se hacen arte

Aunque el objetivo no es alardear de su condición de mujeres, ni hacer ninguna reivindicación feminista con sus obras, la satisfacción por levantar hoy, a las 19.30 horas, el telón de una exposición hecha cien por cien por mujeres se respira en el ambiente de la galería Murillo. La pintora María José Villaverde Belaustegui (Arriondas, 1960) y la escultora Mireia Serra (Barcelona, 1973) comparten por primera vez el espacio de la galería ovetense. Y el huracán de sentimientos que llevan consigo sus obras traspasa la puerta. No hay tabúes, ni vueltas innecesarias, ni dobles tintas.

Las dos artistas hablan directamente al espectador y le permiten conectar inmediatamente con ellas. Y no hablan de mundos desconocidos, aunque la muestra se titule "Mundos soñados". Abordan las crisis existenciales, las dudas, los nuevos retos y los pequeños momentos vitales por los que cada individuo pasa. Y reclaman a voz en grito esa necesidad de espacios para la ensoñación y la reflexión que a cada uno le llevan a encontrar su particular solución. Y, aunque lo hacen de un modo diferente y con técnicas distintas, las dos abren la ventana de sus mundos particulares a través de la figura y con un cuidado sentido de la estética.

Con solo un primer golpe de vista al montaje, se observa el intenso diálogo entre las dos artistas. Villaverde Belaustegui viaja a su infancia a través del óleo, para encontrarse y reencontrarse consigo misma. "Estuve muchos años pintando paisajes urbanos con espátula, era lo que gustaba y lo que me pedían las galerías. Funcionaba muy bien, pero no me salía de manera natural. El cuerpo me pedía otra cosa". Por eso, hace ya casi cuatro años decidió parar para recuperar su identidad, "no en un sentido estricto, porque hice mil cosas. Una mente creativa nunca para", afirma. "Empecé con pinceles y con la figura, y ahora he vuelto a ellos. Dejé la ciudad y me fui a vivir al campo. Así que las calles se ha transformado en lo que me rodea en mi nueva vida: bosques, animales y desconexión". El blanco, con el que ya había jugado en sus últimos trabajos pictóricos, sigue siendo protagonista. "Es la limpieza, el silencio, lo puro. En los paisajes parece nieve, pero no tiene que serlo. A veces es simplemente el lienzo libre, no pintado, para que cada uno imagine lo que quiere ver en él". Su viaje al pasado para volver renovada al futuro lo reflejan las niñas que protagonizan la mayoría de sus obras, que muestran esa inocencia infantil para presentarse sin tapujos y sin estrategias comerciales. "Después de toda la vida en esto, ésta es mi exposición más personal". Por eso su nuevo mundo artístico, en el que reconoce estar más cómoda que nunca, se llena de fantasía, color y rojo pasión. "Me apetecía crear un mundo onírico, revivir los cuentos de mi infancia, y 'Caperucita y el lobo' siempre fue mi favorito. Retomar esa etapa de mi vida me ha hecho conectar conmigo en todos los sentidos".

Relax azul

En otro lado, aunque no opuesto, están los mundos de bronce de Mireia Serra. La escultora transforma las "comeduras de cabeza" más habituales en algo hermoso, en pequeñas piezas que capturan la belleza de los momentos. Una joven que afronta la aventura de un nuevo viaje, un fotógrafo que captura las escenas de la vida, una chica perdida que analiza las diferentes opciones para reencontrarse consigo misma, un nadador que deja los problemas atrás para rendirse al poder sanador del agua, o una muchacha que adquiere un papel de observadora del mundo. "Son diferentes puntos de vista que una persona puede tener del mundo y en los que cada uno puede ver una lectura diferente. Me gusta que la gente se identifique con mis piezas. Pongo títulos a todas para mostrar un camino al receptor, que conecte con la historia, pero cada uno encontrará su significado".

Pero su trabajo da para mucho más. En las series que presenta en Murillo, Serra muestra diferentes momentos de relax, con el azul como color estrella, "se nota el lugar donde vivo y los veranos que llevo pasando desde niña en la Costa Brava, que hacen que el mar sea un elemento importante para mí"; o escenas cotidianas del día a día, "de esas en las que cada uno puede ver una determinada cara o un nombre especial". Los años que pasó trabajando en moda se notan en la atención que presta a los detalles de sus figuras. Mapas con los pliegues marcados, cámaras en acción, mares de metacrilato azul, bañadores y chanclas contemporáneos y maletas perfectamente moldeadas que disparan experiencias. "Me gusta la belleza, me costaría crear algo desagradable". Y se nota. Porque si hay algo que caracteriza a esta exposición es un derroche de belleza.

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