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Un paseo por las parroquias ovetenses / Caces (y 2)

Naturaleza poderosa, edificios a su suerte

El recorrido evoca tradiciones perdidas, fauna y flora variadas y algunas ruinas necesitadas de una buena sestaferia

Vista de Siones. lne

Si en Caces el relieve pasa inadvertido -130 metros de altitud y sin desniveles pronunciados-, el trayecto hasta Siones se torna empinado y alcanza, en el pico Panzaranda, los 562 metros. El paseante no se entera del esfuerzo porque contemplar a sus pies un delicioso valle, regado por el Nalón, le distrae de tal manera que se olvida de ello. Distracción que complementa una hermosa panera en El Cueto, justo en el desvío a La Quemada, el paso por La Cuesta... ¡Aguarde, no se acelere! Que en Figarines hay que detenerse ante dos viviendas, una de estilo tradicional, con un florido corredor y el retrete, al exterior, adosado a él. La otra goza de una arquitectura peculiar, con una pequeña ventana, a la altura de la carretera, enmarcada en arco. A su vera, en el jardín, una descomunal cruz de hierro y, sujeta a la alambrada de cierre, por si alguien quiere rezar, una oración a Jesús de Nazaret impresa.

Una moda (no pasajera y frecuente en estos lares) que la autoridad correspondiente debería de obligar a retirar -aparte de las horripilantes y relucientes bañeras blancas que se plantifican en mitad de cualquier pastizal para que el ganado abreve- es cerrar el paso a las fincas con uno o dos herrumbrosos somieres, cuando tan poco trabajo cuesta hacerlo con dos postes y unos alambres. Cuando los divisen, miren para otro lado.

Pozobal es el primer barrio del pueblo de Siones. Aquí, en la misma entrada, en un pastizal a la izquierda de la carretera, arrimado a la ladera, existe un antiguo horno de cal, también llamado calero. Ya saben, en él se efectuaba el proceso para obtener la cal viva a partir de la piedra caliza, que previamente se extraía. Era necesario someter a la piedra a un proceso de calcinación por la acción del fuego. Un método que se conoce como "cocer" la cal, y que se lleva a cabo en la calera. Se utilizaba en la construcción y, asimismo, como abono y desinfectante. Hasta seis llegaron a trabajar en esta zona. Quedan restos de otro, oculto por la maleza, en La Vallina.

Al otro lado de la calzada, en lo alto del monte, manaba la fuente de los Carneros, hoy desaparecida. Desde allí mismo parte la ruta del Buitre, señalada con un azulejo, junto a la primera casa, y que, tras aproximadamente once kilómetros, después de visitar las casas de Barguero y la ladera del monte Panzaranda, llega a Buseco. Por si les interesa, es de recorrido suave y sus hermosas vistas aconsejan realizarla. De paso, con un poco de suerte, podrán observar el majestuoso vuelo del buitre (tienen querencia por sobrevolar estos parajes).

Pues, como aquel decía, la primera a mano izquierda y salta la sorpresa. Encontrarte en Siones, donde Cristo dio las tres voces, con un restaurante italiano de calidad, "La Calenda", y unas sobresalientes panorámicas, te deja con la boca abierta. Más todavía si das un paseo por el pueblo y admiras, aunque algunos se encuentren en pura ruina, señalados hórreos y paneras, así como buenas casas de arquitectura tradicional. ¡Ojo! Los tramos empinados, húmedos, son resbaladizos. Un vecino que empujaba una carretilla cargada se dio ante mis narices una buena "culada". No pasó nada y lo tomó a risa.

Punto y aparte merece la vergüenza del pueblo: la ermita de San Martín. La última vez que anduve por estos andurriales fue hace dos años. Aunque la maleza ya se había hecho dueña y señora de su pequeña estructura -con verdadero riesgo de ortigarme, salir bien señalado por los artos o dar un inesperado tropezón-, todavía pude llegar al pórtico y, con profunda pena, visualizar su lamentable estado.

De las paredes, qué voy a contarles, el tejado estaba a punto de derrumbarse, en la espadaña de un hueco que sostiene una campana crecía de todo un poco... Hace unos días que retorné al "lugar del crimen" y, ¡qué bien!, ya no da pena, ahora produce angustia. Tras muchas vueltas logré dar con ella. Lo único que la espesura nos permite ver, con extrema censura, es la cruz pintada en el testero. El resto está devorado por la vegetación.

Desde esta página solicito colaboración para limpiarla. Me envían un correo; prometo llevar desbrozadora, hoces y guadaña. Agua para beber allí no escasea. De verdad, produce dolor ver una gran parte de nuestro patrimonio en pésimo estado. Me imagino que a los escasos vecinos que aún viven en Pozobal les pasará otro tanto. Al lado de la capilla estuvo la escuela de niñas, edificio desaparecido. Por supuesto, cuento con ellos. En ella celebraban misa, en recuerdo de los socios fallecidos, el lunes siguiente a la fiesta en la iglesia del Carmen en La Vallina. Pronto no quedará ni el recuerdo.

De seguido nos encontramos con la fuente-lavadero El Regueru, de 1856, restaurada en 1923 y 2001. Desde ese lugar hasta la vega se denomina El Reguero de Abajo. No sé si estará desubicada la embarcación que se ve cubierta con un plástico, tras una empalizada, al lado de un arado romano, o es que en época de lluvias el reguero lleva suficiente agua para navegar.

Carretera adelante, casas tradicionales, otro hórreo en ruinas y uno más, antiguo, bien conservado, al que no se le advierten tallas. Una casa con aspecto de ser domótica. Una señora de Guayoso, con ganas de charlar, sale pronto al encuentro. Entre las manos, unos cuantos huevos recién puestos. Lleva al lado un perro negro, mal encarado, que pronto se deja acariciar.

Me despido echando una mirada a un florido seto y llego a La Vallina por un umbrío camino. Otra llamativa fuente-lavadero-abrevadero, y la capilla del Carmen. Como tantas otras, con pórtico frontal y lateral; espadaña de dos vanos en los que el de la derecha guarda una campana fundida en 1865, en la que figura la Cruz de la Victoria, y la otra, más pequeña, es de 1950.

Como nos cuenta don Manuel Fernández Álvarez, alcalde de barrio en tiempos de don Manuel Álvarez-Buylla, hasta los años sesenta el día grande de la fiesta se celebraba con todo boato el segundo domingo de septiembre (misa cantada por tres sacerdotes, un predicador y un maestro cantor). La restauración del templo, entre 2006 y 2009, fue costeada por los propios vecinos e inaugurada por don Gabino Díaz Merchán el 16 de junio de 2009 (qué coincidencia, en la misma fecha en la que, en 1954, se había inaugurado la carretera entre Caces y Siones, puro barrizal sobre el que se deslizaban los automóviles y a duras penas circulaban).

El camino que desde la iglesia parte hacia el oeste nos aúpa por una sombreada vereda. El que marcha por el lado opuesto atraviesa el barrio de El Pando, lugar en el que existe un bar, regentado por un matrimonio entrado en años. Un panel anunciador de la ruta del buitre nos explica recorrido, fauna y flora que se van a encontrar quienes realicen dicho recorrido. Además de topar un notable bosque de castaños, no está de más recordar que en el monte de Boo también existió una tejera que, como otras de aquella época, estampaba firma y fecha en cada teja, y rotaba el molar del "molín de Gabino".

El Diccionario de Madoz, publicado entre 1845 y 1850, nos cuenta que la parroquia de Caces produce escanda, maíz, habas, patatas, castañas, cáñamo, lino, muchas manzanas y otras frutas, en particular cerezas muy exquisitas; se cría ganado vacuno, de cerda, lanar, cabrío y poco caballar, hay alguna caza de liebres, conejos y perdices, y abundante pesca de truchas, anguilas y salmones. Tiene una población de 102 vecinos, 434 almas. Como podemos comprobar, nada que ver con el presente.

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