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Los cultivos del Paraíso

La rúcula que hablaba alemán

Hojas de rúcula. Pelayo Fernández

El taxi, un Mercedes verde botella, abandonó el centro de la ciudad por la autopista que unía Berlín con el aeropuerto de Tegel, avanzó apenas quinientos metros por el ramal de salida y se internó por un camino de gravilla.

A ambos lados se veían los huertos urbanos impecables, cada uno con caseta de aperos y mesa de pícnic, que Eduardo, compañero de profesión, y yo íbamos a visitar. En la entrada nos esperaba una mujer. Tendría 40 años, alemana. Era rubia, alta, fornida. Muy atractiva. "¿Frau Schuhmacher?", le dije. "Ja! Herr Fernández?", respondió. "Sí", contesté.

Frau Schuhmacher dirigía aquella cooperativa de huertos urbanos. Nos mostró los sembrados perfectos, explicó cómo se gestionaban con autoconsumo, y nada de plaguicidas. Nos habló del régimen y plazos de tenencia del suelo y de sus costes. Caminaba con fuerza y su ropa desenfadada y abierta le daba cierto aire hippy. Se la veía atrevida, directa, con ganas de vivir.

"Me gusta mucho disfrutar del aire libre, de una comida sabrosa, conversar con cualquier persona amena, pasar el tiempo de forma placentera, en fin, el goce de existir", decía. "Una mujer muy interesante", me murmuró Eduardo con mirada pícara. De mi compañero de profesión, con maneras elegantes, atractivo, caballeroso y engañador, era y es conocida su atracción y éxito con las mujeres, ; siempre enmarañado con dos o tres.

Sentados en la mesa de picnic nos mostró la libreta de cultivos de su huerto. Me llamó la atención que sembrase "fabes de mayo", que tanto me gustan para la menestra y que hoy tan poco se cosechan. Nunca le faltaban puerros, menta, romero, fresas, ajos, perejil, apio, y curiosamente un cultivo de terrenos cálidos: la rúcula. Ante mis dudas me explicó que si se orientaba al sur y se abrigaba del norte, la Erica Vesicaria, o rúcula, se desarrollaba bien. Ella la sembraba a mediados de verano, y la recolectaba avanzada la primavera, dándole incluso varios cortes. Una planta exquisita que en su mesa nunca faltaba; era deliciosa y sobre todo muy estimulante. En ese momento Eduardo comenzó a golpearme la pierna por debajo de la mesa. No caí en el motivo.

La rúcula, que puede pertenecer a la especie Eruca o a la Diplotaxis, es una mala hierba que pasó a la consideración de planta de alta cocina no hace tanto. De sabor característico, muy grato, es ideal para ensaladas, aunque también se puede usar como verdura de olla e ingrediente de purés. Aparte de su riqueza en minerales y vitaminas, de ahí preferiblemente lo de consumirla cruda, es famosa por su poder dinamizante. Se cultiva sobre todo en climas mediterráneos, aunque también es posible obtenerla en suelos del Norte, siempre que se cuide su exposición al sol. Curiosamente soporta temperaturas bajas. Se siembra a voleo, o en líneas, aclarando después y procurando dejar una planta cada quince centímetros. Sus enemigos principales son la roya y el pulgón. Se aconseja recolectarla antes de que brote la flor.

En el taxi de vuelta Eduardo, levemente excitado me explicó: "¡No hay más que verla; esta mujer es una devoradora de hombres. ¿Pero no ves cómo se mueve?. Y está cantado, dice que le gusta gozar, y solo cultiva plantas con poder afrodisíaco, fíjate: Ajo, haba, menta, romero, fresa, apio, rúcula?!".

Con argucias de seductor, Eduardo logró que frau Schuhmacher le hiciese de guía por Berlín. Dos días más tarde, ancho como un pavo, y con una sonrisa fina como un cuchillo me comentó que aquella noche estaba invitado a cenar en casa de " la frau", como ya la llamábamos. Ella le había prometido que habría una buena ensalada de rúcula. "Ya te contaré por la mañana", me dijo al irse. Al día siguiente, al bajar a desayunar, Eduardo ya estaba en el comedor del hotel. Tenía muy mal aspecto. "¿Qué tal la rúcula anoche? ", le pregunté curioso.

"Había otra frau en la casa. Fea e inmensa como un luchador de sumo. Tragando cerveza como un dromedario en agosto. Es a ella a la que le gustan los afrodisíacos. No pude escapar. Toda la noche bajo una apisonadora asesina. Jamás volveré a Berlín", sentenció mi compañero. De momento ha cumplido su palabra.

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