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Centeno, maestro de huella imborrable

Compañeros del profesor, docente en las academias Llana y Asís y fallecido en julio repentinamente, le homenajearán el próximo martes con una misa en su recuerdo

Héctor Centeno. LNE

El mundo de la enseñanza ovetense sigue llorando la muerte de Héctor Centeno, profesor en las academias Llana y Asís y responsable de la formación de decenas de contables que, actualmente, trabajan en prestigiosas empresas de distintos sectores.

Héctor se fue repentinamente el pasado 13 de julio a los 83 años de edad y su familia, envuelta en el dolor que todavía conserva, prefirió despedirle con un acto íntimo y discreto, como era él, como quería él, sin alardes, sin ningún altavoz que interfiriera en la intimidad. Pero ahora, tres meses después, un grupo de compañeros y amigos del profesor decidió descubrir su dilatada trayectoria de más de 50 años y mostrar su imborrable huella con un homenaje sencillo con el que mostrar su "admiración y respeto" y con el que devolver "lo mucho que él ofreció". Será una misa en su recuerdo el próximo martes (19.30 horas) en la iglesia de San Francisco de Asís, en la plaza de la Gesta.

De las lecciones de Héctor Centeno, que fue primero un "alumno brillante" en la Escuela Profesional de Comercio con un expediente de sobresaliente, aprendieron decenas de alumnos de diversas facultades de la Universidad de Oviedo, entre ellas las de Económicas o Matemáticas. Centeno impartió clases en la Academia Llana de Contabilidad y Matemáticas, y después pasó por la Academia Asís. Los que le trataron no sólo recuerdan sus habilidades profesionales sino, y por encima de todo, su "calidad humana" y su disposición siempre a "ayudar a el que lo necesitara" porque "era capaz de detectar problemas" en las personas tanto de rendimiento como personales.

"Héctor era una bellísima persona", resume Julita Ibáñez Llana, que coincidió con él en la Academia Llana (es sobrina de su impulsor Mateo Llana) y que cuenta que, tras enterarse de su muerte en julio, "queríamos hacerle un homenaje" para resaltar sus cualidades tanto en el ámbito personal como profesional. Ibáñez explica que, tras hablarlo entre más compañeros, pidieron permiso a su viuda, Pepita, con la que Centeno "estaba muy unido". "Si el amor existía, eran ellos. Nunca iban solos a ningún lado, siempre juntos", agregó. Julita Ibáñez rememora que Héctor era un aficionado a la montaña y que allí, en la montaña, perdió a uno de sus tres hijos, Javier, una circunstancia trágica que "les marcó para siempre".

"Fue una gran personalidad en la docencia", tercia Ricardo Loy, otro de sus compañeros, que destaca su carácter "reposado e irónico" y también su "optimismo" en los momentos más duros de las rutas de montaña que le gustaba hacer en compañía de sus amigos.

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