Con la celebración del quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús todavía muy latente, y coincidiendo con el día reservado en el santoral a esta admirada monja, considerada la mística más importante de la Iglesia, que se celebra mañana, el escritor y periodista Esteban Greciet dedicó ayer una ponencia en Oviedo a la santa de Ávila. "Santa Teresa fue una mujer adelantada a su tiempo", aseguró Greciet, colaborador de LA NUEVA ESPAÑA.

En su intervención, el ponente analizó el lado más humano y personal de Santa Teresa, el más desconocido por la mayoría. "No soy un experto teresianista, sino un fan, un simple interesado. Y hoy me apetecía traer aquí su dimensión más humana, no tan referida, pero tan característica de la santa de Ávila".

Tras la presentación del acto, que realizó Marta Suárez Carro, profesora del colegio Santa Teresa, Greciet destacó en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA que este personaje fundamental de la iglesia católica y de la historia, "fue una mujer del siglo XVI que sigue siendo un referente en el siglo XXI". ¿La razón? "En un momento como en el que ella vivió, cuando la mujer contaba poquísimo y su protagonismo en la vida pública era casi nulo, ella tomó la palabra con un ímpetu incontenible. A la gente instalada en aquel tiempo, las iniciativas bulliciosas de aquella monja le parecían un disparate. Pero demostró que era inteligente, con un humor peculiar, todo un lujo en aquella época, y con una fe a prueba de bombas".

El escritor y periodista, que se encontró con este asunto revisando unas anotaciones de hace más de 36 años, que escribió durante un homenaje a la santa de Ávila, repasó varios episodios de su vida que mostraban su lado más humano y cercano. Como su primera juventud, "en la que fue una mujer guapa y presumida, aunque rigurosa en su comportamiento"; una muerte casi inevitable, "de la que se salvó gracias a su padre, cuando ya le habían echado en los ojos hasta cera caliente para sellarlos"; un piropo que recibió durante un paseo junto a Fray Juan y que ella supo torear "gracias a su ingenio privilegiado"; y la seguridad y firmeza que manifestaba en las cartas que enviaba a sus compañeras o superiores "a los que siempre se supo enfrentar cuando tenía razón". Greciet destacó que tras años de duda y razones para la congoja, ella tenía otra, "la más poderosa" para estar siempre contenta. "Había encontrado a la oveja extraviada, el tesoro en el campo, porque Dios estaba a su favor".