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La Bomba Del Fontán | Las Crónicas De Bradomín

Prêt à porter

Cómo un partido de tenis contra un jugador del Oviedo acabó en un intento de reclutamiento para formar parte del espionaje español

Prêt à porter

No recuerdo haber escrito, en estas crónicas, sobre mis pinitos tenísticos. La verdad es que nunca llegué a ser un destacado jugador, aunque me defendía con dignidad. Un día resultó que un entendido en la materia me aconsejó: "Tu juego obtendría mejores resultados en pista rápida". A partir de ese momento decidí probarme en otra superficie. Hacía bastantes años que no me acercaba por El Cristo. Desde entonces las instalaciones habían mejorado sustancialmente y comencé a subir a jugar dos o tres veces a la semana.

El primer día convencí a Silverio Buylla, jugador de mayor nivel en el Club de Tenis, para que me acompañara y diera su opinión sobre las pistas. No encontró singularidad alguna y no quiso volver. Tuve la suerte de encontrarme allí con Dujkovic, portero del Real Oviedo y excelente tenista, al que había conocido recién llegado a la ciudad. Jugamos juntos un par de días, hasta que Cesu Sport nos propuso un partido de dobles. "Llámame Alonso", se presentó el compañero de aquél. El envite resultó entretenido, más que por el juego, por las batallas futboleras con las que nos amenizaba Cesu entre juego y juego. Una vez terminado, Alonso y yo, nos fuimos a la ducha. De camino me dijo: "De verdad, me gusta tu estilo" (¿?). Salimos juntos del recinto y charlando llegamos a la altura de un MG blanco. "Mi coche", señaló. En el maletero llevaba unas botas de goma. Al introducir su voluminosa bolsa de raquetas una bota se inclinó saliendo de su interior buena cantidad de billetes de dólar. "¡Premio!", dije con asombro. "¿Y esto?", pregunté. "No preguntes", dijo rotundo. "Por cierto", continuó, "tengo interés en hablar contigo". "¿Sobre qué?", respondí con sequedad. "Comprenderás que no es el sitio", apuntó, "¿Te parece bien mañana?" "Vale", asentí, "¿dónde?". "En Corner's a las 7.30". "De acuerdo". Sopesé la conveniencia de acudir a la cita, el morbo me podía y el pub era sitio de confianza, a la hora convenida allí me planté.

Puntual, sentado en una mesa ante un whisky y un paquete de Dunhill, esperaba. "Seré muy directo y franco contigo", soltó de entrada, mientras de un bolsillo de su elegante blazer sacaba un pequeño bloc de notas y escribía CESID. "¿Te suena este acrónimo?", preguntó. "Sí, aunque no sabría decirte". Retomó la nota y escribió Centro Superior de Información de la Defensa. Quedé mirándolo fijamente antes de responder incrédulo: "¿Quieres hablarme de espías?". "Dicho de esa manera resulta chocante, aunque ese sea el fin", contestó sin inmutarse. "Te ruego me escuches", pidió. "Estoy afecto al servicio de información como captador de colaboradores para fines específicos". Se tomó su tiempo en detalles y en el beneficio que podría reportarme, que por lógica no puedo desvelar en estas líneas. "Por qué yo", apunté. "En principio encajas en el perfil. Tienes empatía y gustas por igual a mujeres y hombres. Eso es una gran ventaja". "¡Qué me dices!", exclamé. "Piénsatelo", dijo, al tiempo que me entregaba una tarjeta: Martín Gomis y un número de contestador. "Oye...", quise preguntar. "No preguntes", se despidió y marchó.

Necesitaba conocer más cosas sobre aquel tipo y pregunté a Tino. "Sí, viene alguna vez, aunque no sé su nombre ni profesión. Puedo decirte que dos buenas clientas están coladas por él y le apodan: prêt à porter". "¿Cómo dices?". "Algo así como 'listo para llevar'".

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