"Cumpliéndose puntual y minuciosamente todo el programa previsto, Raphael cantó anoche en Oviedo. Hubo expectación, lleno, incidentes, apoteosis, polémica y follón. A primeras horas de la mañana, el ídolo llegó a la ciudad. Llegó, como es lógico, acompañado de su séquito, cansado y somnoliento. "Pero, ¿qué es esto? Yo solo actúo en teatros y esto es un cine". Pues nada, que no quería cantar. Imagínense ustedes. Había, eso sí, un contrato firmado y con todas las de la ley. Un escándalo, pero cantó. El caso es que el ídolo no cayó de su pedestal y que en él se mantuvo como un dios sagrado e intocable ante cientos de adolescentes que gritaban y le aplaudían".