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Un paseo por las parroquias ovetenses / Godos (y 2)

La buena tierra de las casas cuidadas

Un pueblo de arquitectura tradicional conservada con buen gusto y adornado por numerosos hórreos que constituyen auténticas joyas

Aspecto parcial de Godos. irma collín

Godos es uno de esos lugares en los que han sabido respetar la arquitectura tradicional. Sin adosados, ¡qué alivio! Para abrir boca vemos una casa con una galería acristalada de un lado a otro de la fachada. Es ya en el corazón del pueblo cuando topamos -tras una puerta de hierro forjado, con un curioso "tornarruedas" de carro a cada lado- con la Casa el Palacio: un anciano caserón de piedra de dos plantas y hermosa fachada principal, dos balcones en la superior y otro más en voladizo, protegida con un gran alero que ostenta dos hileras de canecillos de madera. A su lado, una vistosa panera con corredor perimetral, puertas y colondras talladas con motivos antropomórficos, estelas, rosetones, trisqueles... y, lo más importante, con el saludo de su dueña, la cual, a la vista del colorido imperante, no puede negar que le encantan las flores.

En las inmediaciones se observa otra notable casona que en la fachada sur deja ver un ventanuco o hueco en piedra, en el que el dintel y las jambas laterales ostentan grabada una cruz, y el soporte horizontal lleva la leyenda: "Se acabó en el año 1763". Si bien esta parte parece conservar su estado original, la meridional ha sufrido diversas modificaciones, eso sí, realizadas con gusto.

Muy cercana, vemos la iglesia de San Tirso, edificio escasamente agraciado, construido hacia los años sesenta del pasado siglo, en terreno donado por el pueblo. A su derecha había dos boleras, una para adultos y otra para niños. A su vera, el centro social, instalado en las antiguas escuelas. En su parte trasera destaca la panerona de "Casa Telvo", sobre ocho pegoyos de piedra y un gran corredor.

A lo largo del recorrido podemos contemplar casas de tipo tradicional y un sinnúmero de hórreos, algunos conservados con escaso acierto; otros, verdaderas joyas, como el que vemos al lado de la fuente-abrevadero del "Fontán", de la que ya, en el año 1909, se solicitó al Ayuntamiento de Oviedo permiso para su reparación.

Un vecino con buena memoria, Francisco Suárez Paredes, amablemente, me acompaña y, entre paso y paso, va desgranando valiosos recuerdos. Me enseña la fuente El Cuétare, de la que mana un hilillo de agua, y cuenta, ante la vetusta casa de los Gubieda (edificio de una planta que luce un original acceso de piedra), que ya en el año 1200 figuraba este apellido en Godos y que, sin embargo, en la actualidad no queda nadie de esta estirpe. Al frente de ella, otra gran panera, ésta de seis pegoyos, luciendo diferentes tallas.

Así llegamos a la vega. La fuente-abrevadero de La Torre, con un lavadero cubierto a su lado, adosada al "Prau la Torre", como reza el azulejo anejo a una gran puerta enrejada, fue trasladada a este lugar desde el centro de dicho prado.

-Más de cuatro mil, entre obreros y aprendices, trabajábamos de aquélla en la Fábrica de Armas de Trubia -comenta Francisco con nostalgia-. ¡Qué prosperidad proporcionaban a una extensa zona! -agrega.

Llegamos al cementerio. Parte de su cierre está aprovechado de los muros de la antigua iglesia de San Tirso, derribada en la década de los sesenta del pasado siglo. Se trataba de un templo de planta rectangular de 20 metros de largo más el pórtico sur de 7,80 metros, cerrado por un murete de 1 metro de altura y espadaña de dos vanos. Paco quiere recordar que el cabildo y el interior tenían el suelo de pequeños cantos rodados.

De ella dice Madoz en 1845: "La iglesia parroquial, San Tirso, es aneja a la de San Esteban de Sograndio, si bien antiguamente lo fue de la de Pintoria: en el atrio de la iglesia se encuentra el cementerio, bien ventilado y no perjudica a la salud pública".

Ciriaco Miguel Vigil lo cita en "Asturias Monumental". Reproduce el texto del epígrafe que se encuentra en el dintel de la puerta exterior y dice que la letra es calada, mal formada y está pintada de encarnado. Mide de alto 46 centímetros; de ancho, 165: "Se ha litigado pleito con el cura de San Estevan de Sograndio sobre que diese en esta de Godos su anexo, servicio entero de parroquialidad y otras cosas a todo lo cual el dicho cura y sucesores fueron compelidos en el año de 1751", señala la inscripción. Muy cercanas se hallan las ruinas de lo que en Godos se conoce como "Casa Estefanía". Aún son visibles sus recios muros, que denotan antiquísima construcción. En su lateral este destaca una diminuta ventana adintelada, y lo que parecen restos de una puerta, vano tapiado con piedra. Otra igual se vislumbra en la fachada oeste. En sus últimos tiempos útiles fue reconvertida en vivienda y cuadra.

Hay que recurrir a una cita de Hevia y Argüello cuando remiten a octubre de 1470 para explicar que el Cabildo de la Catedral de Oviedo concedió arrendar " los muros con el suelo del hospital de Santo Toribio que está en Godos, con un día de bueyes de heredad". El mencionado hospital se corresponde con la antigua capilla de Santo Toribio, existente aún en las inmediaciones del puente, aunque en estado ruinoso, en una clásica asociación entre puente y centro asistencial característica del mundo medieval. Lectura que parece indicar el origen de las citadas ruinas.

Las edificaciones se estiran perezosas vega adelante, entre huertas, frutales y vegetación de ribera que oculta el río, acechadas desde la carretera por la mirada curiosa de las casas de Soto de Arriba que, desde sus ventanales, parecen decir: "¡Cuidado con lo que hacéis, os estamos vigilando!".

Más que oculta, un par de metros por debajo de la calzada, en una curva, se encuentra la antigua fuente-abrevadero de La Gubieda.

Será difícil que alguien se acuerde de que en Godos existió un batán para sayal y estameñas, propiedad de Melchor Fernández Galán. O que el molino de Soto disponía de unos artilugios para pescar anguilas. Y, ¿por qué no?, de que Miguel González regentaba un molino de mano.

Para finalizar, y como comparación, no está de más conocer lo que de Godos decía Pascual Madoz en 1845: "Tiene 30 casas repartidas en la aldea de su nombre y en las de Guvieda y Soto. Hay escuela de primeras letras, frecuentada por 16 niños de ambos sexos, cuyo maestro percibe 632 reales anuales, pagados con el producto de la barca de pasaje que hay sobre dicho río. Para surtido del vecindario se hallan dos fuentes de muy buenas aguas. El terreno es de buena calidad (...). Cruza por la feligresía el camino que desde Oviedo dirige a la fábrica de Trubia, el cual actualmente se está reduciendo a carretera; en la margen del Nalón e inmediata a la barca de pasaje existe una venta llamada Casa del Barco. Produce trigo, escanda, maíz, habas, legumbres, arbejos, vino y frutas de todas clases: se cría ganado vacuno, lanar y algún caballar; caza de liebres, perdices, codornices y muchos raposos; y pesca de truchas, anguilas, salmones y otros peces". Todo eso era Godos.

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