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Los cultivos del Paraíso

Dulces membrillos de Australia

El Cydonia oblonga, pariente del manzano, se utilizó tradicionalmente en Asturias para elaborar dulce casero

Varios membrillos. Pelayo Fernández

Hacía horas que la pick-up blanca se había vuelto ocre y aquel camino de tierra color teja seguía avanzando, inacabable, camino de un poblado llamado Acacia, al oeste de la Gran Barrera, la cordillera que separa la fértil costa de Nueva Gales del Sur de la dureza del interior.

Un compañero de profesión me había contado la historia de su primo Sergio, aparejador. Cansado de contratos basura trabajando para arquitectos estrella que se forraban y de gastar la miseria que ganaba en el metro y en la renta del piso en una barriada de Móstoles, un día lió el petate y se marchó a las minas de Alice Springs, en Australia, porque había oído que allí pagaban bien.

Trabajó tres años en condiciones infernales, rodeado de peligros, broncas, calor abrasador y soledad, durmiendo en barracones, pero logró un pequeño capital con el que compró una finca en un valle perdido de Nueva Gales del Sur. Durante un tiempo vivió solo y durmió en un galpón polvoriento. Puro Oeste en versión Antípodas.

Aquella historia no se me olvidó y un día, aprovechando un viaje a aquellos lares, me vi subiendo a las tierras altas de Nueva Gales del Sur con una pick-up alquilada, en busca del famoso Sergio. Llegué al atardecer. Me esperaba. Al lado del galpón había una camioneta con la pintura azul quemada por el sol, y una buena cabaña, con un porche de esos que se ven en las películas.

En una cerca dormitaban varias docenas de vacas cruce de raza Aberdeen con cebú, y en la ladera posterior a las construcciones se veía una plantación importante de membrillos.

El Cydonia oblonga es primo del manzano. No resulta apto para comer en crudo y se destina a la fabricación de dulce. El nombre científico proviene de la región de Cydonia, en Creta. Es una especie de alta rusticidad que produce frutos grandes de color amarillo limón y que en muchas caserías asturianas se cultivaba para la fabricación familiar del dulce, que hermanado con el Cabrales es un postre histórico.

Con este fruto se perfumaban los armarios y la ropa de cama, pues su fragancia es insuperable. Muy rico en vitamina C y minerales como calcio, magnesio, potasio y fósforo, ayuda especialmente a las funciones del aparato digestivo en general. Se cuenta de él que en la antigua Roma las recién esposadas mordían su pulpa antes de su primer encuentro con el esposo para que sus besos fuesen dulces y aromáticos.

Su rusticidad lo salva de buen número de enfermedades y plagas, aunque debido a nuestra humedad ambiental suele presentar problemas causados por el hongo Botrytis cinérea, precisamente en el otoño, cuando el fruto está próximo a su maduración, lo que se resuelve con unos tratamientos a tiempo de caldo bordelés.

Cuarenta años, tostado por el sol. Amable, pero serio. Rudo. Rápido. Sin miedo. Así era Sergio. Durante dos días me fue contando.

Tras el tiempo de las minas, que no recomendaba a nadie, compró aquella finca a un holandés. El clima era extremo: mucho calor calor o excesivo frío. Acacia estaba a cuarenta kilómetros, las comodidades eran pocas, pero allí era el rey.

No se acordaba para nada de Madrid ni de su mala vida de esclavo domado.

En la finca había que trabajar duro, controlar a los peones, pelear con los mayoristas y muchas cosas más. Pero solo mandaban sobre él las estrellas. Aunque sí que echaba una cosa en falta: una mujer de España. "Las de aquí no sirven. Las aborígenes son de otra cultura, y las blancas tienen el alma inglesa, frías como el diamante. A mi me gustan las andaluzas de ojos verdes o negros, llenas de fuerza racial, capaces de amarte sin límite o de apuñalarte si la rabia se enciende. Eso es lo que yo necesito. Coméntalo cuando vuelvas a casa", me dijo. Y continuó: "No quiero un jarrón chino, sino una compañera; una mujer entera, de brazo fuerte, a la que no asusten las serpientes en la cocina. Valiente en la cama, que aguante dos whiskys a cualquier hora del día, que sepa disparar, que me ayude a castrar potros. Y mayor de 35 años; no me gustan las rapacines, como decís los asturianos", explicó..

"No sé, bueno, yo lo contaré", le respondí.

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