Emilio Lledó, premio "Princesa de Asturias" de Comunicación y Humanidades en 2015, se dio ayer un baño de juventud con los alumnos del Instituto Aramo. Entusiasmó a los chavales con su discurso llano, sencillo y repleto de grandes ideas, y habló de todo lo que le quisieron preguntar: de filosofía, de política, de humanidades, de enseñanza, de la felicidad y de la vida. "Lo peor es que un indecente con poder, que no tenga ideales, y que esa persona que nunca ha pensado en qué es bueno y justo decida sobre la vida de un pueblo", les dijo en un momento del coloquio, que los profesores tuvieron que dar por terminado a pesar de las protestas de los estudiantes.

Fue Lledó quien pidió regresar al Instituto de Secundaria Aramo, en Llamaquique, donde ya estuvo el año pasado. Después de su primera visita los alumnos le enviaron un libro con sus textos y agradecimientos, que emocionó al filósofo y que le hicieron pensar que "no todo está perdido". El entendimiento es mutuo y ayer el salón de actos del centro estaba a rebosar.

Emilio Lledó les cautiva contándoles que "la lucha por la decencia empieza en la enseñanza, algo a lo que no podemos renunciar" y que es terrible que "los indecentes determinen la vida de un pueblo". Y les espolea: "Recobrad los ideales de los que no pudieron estar con vosotros, esa es una idea de un poema de Bertold Brech que vosotros debéis retomar".

Los chavales quisieron saber cómo le había ido la vida a Lledó siendo filósofo. Les habló de sus aspiraciones modestas, de un niño de la Guerra que tuvo que dormir en una cueva a las afueras de Madrid y ver los cadáveres a su alrededor. De cómo, para huir de las penurias, claudicó ante sus padres que insistían que con la Filosofía no iba a poder ganarse la vida, dejó la carrera en tercero y se matriculó en Derecho. La vocación pudo más y la retomó. Y al final, le fue bien: "La filosofía me ha servido para ganarme decentemente mi sueldito de profesor, si hubiera querido tener yates...", "he sido muy feliz, me he sentido realizado como profesor y he sido amigo de mis alumnos".

A los chicos del Aramo les habló del valor de la cultura y la educación. "Mi experiencia suprema de profesor la tuve en Alemania con los obreros españoles que llegaban en los años sesenta, yo daba clases de alemán a aquellos chicos en Heidelberg, la mayoría eran andaluces, a los que nadie había enseñado la gramática española", contó.

Él no entiende de separaciones entre ciencias y humanidades, les explicó ayer: "Seria terrible que no se diera importancia a las humanidades. ¡Si es lo que somos! La separación entre ciencias y letras es un error, como si el medico no fuera un ser humano", y añadió que "estamos enhebrados en la palabra en un mundo afectivo de amor, odio... y eso es eterno, eso es la vida".

Emilio Lledó ama las letras, los libros, los clásicos y el conocimiento. "Que un muchacho entre en la Universidad para ganarse la vida y para trabajar en una empresa, eso es la muerte de la cultura y de la Universidad", opina. La cultura y la educación para Lledó es otra cosa.

"La educación actual no responde en absoluto" a las ideas de Lledó y los medios de comunicación tienen, para el pensador, una gran responsabilidad. "Con unos medios de comunicación deteriorados deterioras un país. Los medios de comunicación son los educadores de un país, idiotizas a un país o lo salvas con los medios de comunicación", afirma. Él no tiene televisión. Contó que cuando llegó de su estancia en Berlín estaba estropeada y como sus hijos ya no vivían en casa no la arregló.

Una muchacha le preguntó por la felicidad y el filósofo le contestó: "Somos seres incompletos, yo puedo decir que he sido feliz de profesor, pero mi vida ha tenido algún golpe feroz" y "la felicidad reside en lo que somos, en lo que hemos llegado a ser, en mirarse cada mañana en el espejo y que no se rompa de vergüenza".