Los grandes discapacitados realmente se sienten desplazados en la sociedad. Y precisamente esa sociedad debería actuar de forma responsable para apartar de sus cerebros el tedio y de tristeza, los dos grandes enemigos del hombre. A estas personas es preciso enfrascarlas en alegría proponiéndoles la distracción del espíritu, para evitar la deformación de su carácter, porque de lo contrario se mata a un hombre o mujer que continua viviendo, que cuenta sus dolores con el alma enternecida y que se queja de su honda tribulación, que se siente postergado y no comprendido. Así, hay muchos hombres, mujeres y niños que viven en la injusticia, que reniegan de su tiempo y no tienen fe por no encontrarse plenamente adaptados a esa discapacidad. Sin añoranzas y perspectivas de porvenir hacen esfuerzos dolorosos por apartarse del ambiente que les rodea. Viven una vida que no es la suya, se entristecen ante un ideal inasequible y reposan todos los aconteceres sobre su intimidad espiritual como una abrumadora e insaciable losa de plomo. Qué ninguno de los minusválidos siga este camino. Qué hagamos cuanto sea por separarlos de él. Sepan los que pretenden legislar a favor de los discapacitados que el primero, el más hondo, leal y fundamental de nuestros deberes es la alegría que es preciso proporcionar siempre a nuestros semejantes. Hay que ajustarse a la vida moderna, a las exigencias de nuestro tiempo, pues de lo contrario sucumbiría la labor médica para estas personas. Es decir, hay que buscar nuevos aires de renovación para ellos. Los profesionales de la medicina, con las técnicas especificas que prolongan casi indefinidamente la vida, dejamos una difícil herencia que es la reintegración social y profesional de los discapacitados. Para mantener nuestra actividad con valor productivo es preciso transformar nuestras estructuras y lograr que encuentren empleos rentables y no se sientan abandonados.

No se puede dar la espalda a la situación actual. Demos todos un ejemplo permanente de lo que es hermanar la ciencia y el corazón. Hay que aumentar la utilidad de los minusválidos y devolver la felicidad a los discapacitados para que llegue a ellos la verdad y la justicia, que por infortunio del destino perdieron un día.