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Un paseo por las parroquias ovetenses / Udrión

Udrión, tesoro de la etnografía

Edificios muy cuidados, hórreos, paneras y flores por todas las esquinas reflejan el amor por su tierra de los vecinos de la parroquia más pequeña del concejo

Embalse del Furacón. lne

Hay días que no sabes por dónde empezar. Mejor dicho, no es que no sepas por dónde comenzar, sino que te entra el tembleque al pensar: ¿Y de Udrión, la más pequeña de las parroquias del concejo de Oviedo, qué cuento? ¿Cómo diablos voy a rellenar una página del periódico? Aparte de su relación con los caminos, es escasa la información escrita. Bueno, a ver cómo me las apaño para que a ustedes les interese.

El río Nalón, omnipresente en las parroquias suroccidentales del municipio ovetense, no podía faltar en esta. Por ello limita su reducida extensión, 1,32 kilómetros cuadrados, por norte, este y sur, separándola de las de Nora, Godos y Trubia. Se encuentra seccionada en dos por la N-634, y el reguero de La Trapa cierra sus límites con el concejo de Grao, al que perteneció, junto con Trubia y Pintoria, hasta 1884.

Cuatro son los pilares con los que Udrión forja su historia. El río Nalón, que condiciona su espacio geográfico por tres puntos cardinales. Sin alejarnos de su cauce ya que se encuentran inmersos en él, quedan los restos del puente Gubín que, si bien sin contextualización epigráfica, se considera de origen romano; a lo largo de los años fue también denominado como la ponte Gubín, la puente'l Moro, camín de Grao, camín real y paso de Santiago. En el año 1078 ya figura como "strata antiqua", vía que a veces proseguía por San Pedro de Nora, o por Feleches a La Maja, San Claudio, Olivares y Oviedo.

Según Hevia y Argüello, es fácil pensar que la construcción en el siglo XII del puente de Peñaflor hubiese sido en parte motivada por la destrucción del puente de Carril o también la del de Gubín. Por lo cual, el tráfico de viajeros, comerciantes y peregrinos desvía su flujo hacia el de Peñaflor. Sin embargo, en un documento de 1499, aún se mencionaba que el río Nalón corre a una legua y poco más de Oviedo; que había el puente de Gubín, por el cual pasaban muchas gentes del Principado, de Galicia a la ciudad de Oviedo y villa de Avilés con muchas provisiones y que después cayó y estando así caído de muchos años a esta parte? Esta ruta, para los habitantes de Grao, era la más recta para llegar a Oviedo

Si el río Nalón y ser un importante hito en el camino son las dos primeras notas que conforman Udrión, no se queda atrás, a finales del XVIII, la creación de la Fábrica de Armas y, por supuesto, el ferrocarril Oviedo-Trubia, conocido como El Vasco y puesto en funcionamiento a comienzos del XX, que por Grao y Pravia llegaba a San Esteban. En el pueblo todavía algunas personas recuerdan aquellos vagones de madera, repletos de obreros, en los que el hollín tenía su hogar. Y la vega pródiga de huertas y frutales y en cada casa las risas o el llanto de niños.

Udrión, de aquella, era un pueblo con vida. En la actualidad, según el censo de 2015, cuenta con 107 habitantes. Y de aquellos pilares que conformaron su historia, la carretera a Grao mantiene escaso tráfico; de aquellos 4.000 obreros que tenía la Fábrica miren cuantos hay ahora; los trenes circulan bajo mínimos? ¡Qué dolor!

Nada más sobrepasar el puente sobre el Nalón, la N-634 que va para Grao y la AS-228 que va para los Valles del Trubia conforman el cruce de Las Tres Vías. Allí comienza la parroquia de Udrión. El murmullo del río, los ruidos del tren que llega o sale del cercano túnel o el motor de un automóvil, son los primeros ruidos que percibimos cuando penetramos en la paz de la vega. Si no fuera por los ladridos de un perro o por vislumbrar un auto bajo un hórreo, diríamos que el pueblo está desierto.

Nos da la bienvenida el antiguo apeadero cubierto de maleza y mugre. ¡Qué fácil sería completar el trabajo y hacerlo desaparecer! A su lado tenemos el nuevo, por el que transitan los trenes que se dirigen a Pravia o Trubia. Una depuradora, cercana un área de recreo, un puente larguísimo del ferrocarril que se va al otro lado del río en dirección a Oviedo, y una vega generosa que demanda a gritos actividad agrícola. De esta manera harían honor al barrio de "La Güerta".

Lo más interesante está por venir. El tesoro etnográfico en forma de cuidados edificios, hórreos y paneras, flores por todos los rincones, indican el amor por el lugar de estos vecinos. No creo equivocarme si digo que muchas de estas viviendas se utilizan en vacaciones y fines de semana. Como cuando realizo la visita estamos en época de calor, algunos están sentados a la puerta, bien leyendo el periódico, bien contemplando el paisaje.

Al final del pueblo, un vecino me indica el lugar en que hay restos de la Guerra Civil y la recóndita y oculta fuente de Abajo. Manantial que fluye a ras de suelo en el interior de una gruta chiquitina; es muy curiosa. Revestida de ladrillos, consta de un pequeño abrevadero cerrado, en parte, por un ancho murete y vano en forma de arco en la superior. Él mismo lanza una piedra para demostrarme su profundidad; no lo logra, es difícil acertar con el hueco. Mientras me muestra una gran panera de seis pegoyos, de uso compartido y maltratada por la edad, me indica el camino hacia el embalse del Furacón.

Un par de asnos, uno negro y otro blanco, se aproximan corriendo en busca de unas caricias. La senda de pescadores, a veces cegada por artos y ortigas, se eleva con lentitud sobre el cauce del río. Unos azulones y una garza salpican cuando, apresurados, alzan el vuelo. Un descenso apurado por la ladera del Gubín, entre robles y castaños, y se llega a los Teigones, donde se halla un antiguo campo de tiro en vergonzosa ruina. Es un dolor. Aunque el lugar está apartado del mundanal ruido, por su belleza, no merece este fin: deberían rehabilitarlo.

Al otro lado, la pelada ladera de la cantera María Morinón y, a su sombra, los restos del puente Gubín, en terreno de nadie. Se conserva completo un arco de medio punto con sus dos pilares, construido con sillares de diferentes tamaños bien trabajados. En la orilla opuesta tan sólo se conserva un pilar. Cuando el caudal está bajo casi se alcanza con la mano. Vuelta atrás, por el mismo camino, para conocer el cogollo del pueblo y el campo de la iglesia.

En un lugar privilegiado se alza la iglesia. Se trata de un templo de planta rectangular, con la sacristía adosada al lado de la epístola, espadaña de dos vanos, varios contrafuertes y una serie de ventanales y rosetas que proporcionan una luz adecuada a su coqueto interior. Bajo la advocación de San Nicolás y San Pedro, el penúltimo domingo de agosto se celebra la fiesta.

A la altura de la iglesia, al otro lado de la carretera N-634, se toma dirección a El Monte. A los pocos metros, en El Valiri, nos encontramos con una gran panera de ocho pegoyos de madera y un corredor con los barrotes deliciosamente torneados. A su vera, un bello edificio, "Casa Barrera", probablemente construido en la segunda mitad del siglo XIX, con otra buena balaustrada a la vista.

Al frente "Casa Casín", otro ejemplo de arquitectura rural, con flores por todas las esquinas -bien se reconoce que la dueña es la que, con mucho mimo, decora el interior de la cercana iglesia-, muy cuidada, que muestra otra notable panera de seis pegoyos que nada desmerece de la anterior.

Un poco más arriba, izada en el corredor de otra notable casa, una bandera portuguesa; en el lateral opuesto, en lo que en su día pudo haber sido pajar, una española. ¿Y esto a cuenta de qué, te preguntas? Por lo que me dicen, son las diferencias de un abuelo, portugués de nacimiento, que vive aquí hace más de cuarenta años, y su nieto. Me imagino las rencillas: uno de Ronaldo, el otro de Iniesta.

Prolongando el camino vemos otra antiquísima panera, sin corredor, también de seis pegoyos y doble puerta de entrada; posiblemente fuese compartida. Continuamos a la derecha y avanzamos por una sombreada caleya, entre robles, castaños, algún abedul y eucaliptos; "fozada" por entero y con bañeras de jabalíes. Dejamos atrás dos depósitos de agua de "Aqualia". Aunque la ruta se empina de narices, bien vale la pena ascender por ella. Sólo la gran panorámica que se abre sobre las tierras de Nalón, Nora, Las Regueras, San Claudio, Oviedo, y por la vertiente opuesta la sierra del Aramo, ya compensa el esfuerzo.

Según Madoz, en 1845, Udrión tenía 22 casas con otros tantos vecinos y 109 almas. En terreno de buena calidad produce escanda, trigo, maíz centeno, cebada, lino, cáñamo, frutas y pasto; se cría ganado vacuno, de cerda, lanar, cabrío y algún caballar, y pesca de varias especies.

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