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La Ciudad Y Los Días

La plaza de la Catedral requiere mayor respeto

Sobre el uso inconveniente de un espacio singular

La plaza de la Catedral requiere mayor respeto

Desde que alcanza el recuerdo de vecinos vivientes, incluidos los más viejos del lugar, la plaza de la Catedral en Oviedo fue sede ocasional de diferentes acontecimientos, no todos apropiados al carácter histórico y monumental que se corresponde con tan noble espacio urbano: desde músicas estridentes hasta exhibiciones varias, entoldados, pistas de patinaje, folclores, juegos, desfiles, metas deportivas, exposiciones y hasta mercadillos y aparcamiento de coches, que lo hubo y bien nutrido.

Quiero decir con esta apresurada evocación que el uso y abuso de un ámbito ligado al monumento clave de la ciudad viene de antiguo. Lo que en la mayoría de los casos no dice mucho en favor del celo por la custodia patrimonial que corresponde a la municipalidad por derecho y deber propios.

Más bien al contrario porque la mayoría de estas y otras ocupaciones de la plaza han sido, sino organizadas, al menos consentidas y aún auspiciadas por los ayuntamientos de Oviedo en sus distintas significaciones. Dicen que la costumbre hace ley, y en efecto es admisible como fuente del derecho, pero no que lo sean las malas costumbres.

Mas con frecuencia es el caso. Se vuelve a proponer ahora por el tripartito local la instalación en la plaza de una pista de hielo durante más de un mes con motivo de las Navidades. Iniciativa por lo menos discutible que seguro prosperará, como otras, contra viento y marea. No será porque falte sitio, ya que la pista estuvo alguna vez y sin inconveniente en la plaza de Porlier.

Por ese bendito derecho al pataleo que conservamos los viejos comentaristas, entre los que seguramente es decano este plumilla, permítanme que al menos deje constancia de mi liberadora discrepancia por el intento de ocupar la plaza de la Catedral. ¿Por qué protestar? Porque, sin dejar de considerar las convicciones de gran parte de la población, el monumento que da nombre a la plaza y constituye parte esencial de su ámbito y perspectiva, demanda a las claras un respeto.

Y, en consecuencia, que ese espacio noble de la parte antigua sea reservado sólo para algún despliegue cultural, histórico, artístico o confesional que armonice y sea respetuoso con cuanto la basílica catedralicia, como edificio y como institución, supone para la ciudad. Por ejemplo, el magnífico y tradicional belén navideño y sus interesantes dioramas que ha sido abolido por el tripartito con el pretexto del costo de su custodia nocturna, un problema artificial de tan fácil solución.

Con la Catedral, medio milenio nos contempla, que incluso tiene su prehistoria, ligada de siempre a la vida cultural de la ciudad y a los desastres de su agitada historia. Dinamitada la Cámara Santa por los revolucionarios de 1934, abatido que fue en la Guerra Civil el pináculo de su esbelta torre gótica, ocupado más tarde el templo por huelguistas durante un año entero, destrozadas por un ladrón sus principales reliquias en 1977? Todo eso y mucho más fue superado y restaurados sus gravísimos destrozos.

La Catedral y su entorno, incluida la plaza y el Jardín de los Reyes Caudillos (¡adjetivo histórico que, con notable paletismo, ahora se quiere eliminar!) forman un conjunto patrimonial común y respetable cuyo primer custodio no es el Cabildo sino el Ayuntamiento. Ni una instalación recreativa, ni las ruidosas y multitudinarias concentraciones de músicas estridentes casan bien con algo tan respetable y secular.

Quede por lo menos el anticipado reparo de este comentarista.

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