Las capillas situadas a ambos lados de la sala central de la basílica fueron un no parar. En la pieza nuclear de San Juan el Real se celebraron ayer cinco eucaristías con motivo del día de Todos los Santos, pero las salas laterales fueron las grandes protagonistas. En ellas se reparten los mil nichos que forman uno de los dos columbarios de Oviedo (el otro está en la parroquia Santa María Real de la Corte). Y la escena, dejando el entorno al margen, fue muy similar a la del cementerio municipal de Oviedo. Cientos de visitas a los seres queridos se acumularon en un día dedicado por completo al recuerdo de los que ya se fueron.

"A mí no me gusta la incineración y mucho menos tener las cenizas en casa o aventarlas", destacó Victoria Conde, quien respetuosa con los deseos de su padre y su hermano, cuyas urnas cinerarias reposan en San Juan el Real, acompañaba a su madre en el día de Todos los Santos.

Una opinión que resume uno de los argumentos que se ha ido haciendo fuerte en la polémica que ha rodeado a este tipo de rituales desde que la Iglesia católica prohibiese repartir las cenizas entre los familiares, guardarlas en casa o aventarlas: el que defiende que deben depositarse en lugar sagrado. El cementerio o el columbario, fundamentalmente. En la misma línea, durante su visita de la mañana al cementerio de Oviedo se expresó Feli Miranda. "A mí me gustaría descansar en lugar sagrado. No quiero que me tiren donde puedan pisarme o pacerme las vacas", destacó con rotundidad.

"Si las arrojas al mar no tienes ninguna referencia ni recuerdo", añadió al debate Javier Suárez, rector de la basílica de San Juan el Real. "La presencia de algo real siempre nos ayuda. Si están esparcidas por el monte, ¿qué haces?, ¿dónde pones las flores?", resaltó. Muy didáctico, quiso rememorar que la costumbre cristiana siempre ha sido la de enterrar a los muertos. Aunque ya hace muchos años que se comenzaron a admitir por temas de salubridad y espacio las incineraciones. De ahí la existencia de los columbarios. En el de San Juan el Real hay nichos de varios tamaños. La apariencia exterior es la misma a la que tienen este tipo de sepulturas en los cementerios. Lo único que cambia es el continente y en algunos casos el tamaño. Los hay más grandes, en los que caben una docena de urnas funerarias y otros más pequeños, con capacidad para seis recipientes. Pero no solo se guardan cenizas. En algunos, dentro de latas de zinc, se conservan restos mortales.

Sin embargo, también hay quien está en contra de la prohibición de la Iglesia. "Cada uno es muy libre para decidir lo que hacer con sus cenizas", destacó Ricardo Fernández, quien ayer se desplazó al cementerio de Oviedo para visitar la fosa común en la que se encuentran los restos de su abuelo, fusilado por las autoridades franquistas en abril de 1938. Esta es la opinión que aglutina los principales argumentos del otro lado de la mesa del debate. La que se aferra a la libertad y el respeto de los deseos personales de quienes no quieren ir a parar a lugar sagrado. De los que prefieren, aunque tengan convicciones católicas, descansar en un lugar de su elección con un significado especial para ellos.

Al respecto de la polémica el rector de la Basílica quiso mostrarse conciliador y dejar una puerta abierta para que cada persona tome su propia decisión. Dejo claro, eso sí, que para tradición católica el sitio de las cenizas está en lugar sagrado. "Yo respeto lo que cada uno quiera hacer, pero le recuerdo la costumbre cristiana", zanjó.