El congreso "Filosofía en Asturias", organizado por la Sociedad Asturiana de Filosofía, culminó ayer su repaso a la "Escuela materialista de Oviedo" con una conferencia sobre el lógico Alfredo Deaño dictada por el profesor Vidal Peña. Los filósofos examinados durante las tres jornadas del congreso han sido Wenceslao Roces, José María Laso, Gustavo Bueno, Juan Manuel Cepedal, Alberto Cardín y Alfredo Deaño, pero el caso de este último fue el más dramático, al verse su brillante y prometedora carrera filosófica truncada por un infarto.

"Preparaba la oposición a una agregaduría de Lógica en la Universidad Autónoma y le falló el corazón", relató ayer Vidal Peña al iniciar su disertación. Aquello sucedió en enero de 1978, cuando apagaba tan sólo 33 velas y le faltaban dos meses para cumplir los 34.

Además, aquellas oposiciones para agregado hubieran sido un paso preliminar y seguro hacia la cátedra, un destino considerado como seguro por todos los que le conocían.

"Disfrutaba de su condición de lógico profesional", estableció Vidal Peña, quien mantuvo una estrecha relación amistosa con Deaño, mediante correo frecuente y visitas a Madrid.

"Alfredo Deaño Gamallo, gallego de Ribadeo y nacido en marzo de 1944, se trasladó a Gijón por el destino profesional de su padre". En la Villa de Jovellanos "estudió en el Instituto Jovellanos con especial aplicación a la lengua y literatura griega y latina".

Después, estudió "los dos curso comunes de Filosofía y Letras en la Universidad de Oviedo, a la que llegó en el curso 1961-1962 y donde tuvo como profesor a Gustavo Bueno, que fue para él un impulso".

Bueno impartía en el curso primero la asignatura Fundamentos de Filosofía y Deaño dejó escrito sobre aquella experiencia que tenía dificultad para "entender bien las clases", o que sentía "angustia por no entender las tablas de verdad", o que percibió "el peligro de suspender". Pero, en definitiva, "sí comprendía que aquello era algo que debía ser entendido".

Así pues, con Bueno conoció "la lógica formal moderna", y el resultado final de la aplicación del alumno fueron "dos matrículas de honor" con aquel profesor, que era "un hueso impresionante". No obstante, Deaño "no formó parte de la escuela de Bueno", pues en su trayectoria surgieron "componentes distintos".

En Madrid se licencia en Filosofía con premio nacional fin de carrera e imparte docencia en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, donde Paulino Garagorri y Javier Muguerza eran profesores. A partir de ese momento, Deaño dirá que mantiene una "gran deuda intelectual con Muguerza", sumándose a sí a la influencia recibida de Gustavo Bueno. Tras las oposiciones correspondientes, en 1970 pasa a ser profesor adjunto de Lógica en la Universidad Autónoma de Madrid, en el departamento que dirige Carlos Paris. Mantiene asimismo relaciones profesionales con Alianza Editorial y Revista de Occidente, y también será colaborador de "El País". "Gracias a él publiqué mi tesis doctoral sobre Spinoza en Revista de Occidente", señaló Vidal Peña. Sus áreas preferentes de estudio fueron "la relación entre lógica y psicología, y entre lógica y lenguajes naturales", Dio a la imprenta una "Introducción a la lógica formal" que aún se reedita y póstumamente vieron la luz "Las concepciones de la lógica" y "El resto no es silencio. Escritos filosóficos", editado por Jesús Hernández y Javier Muguerza.

Se movió en un "entorno cultural socialdemócrata llamado a imponerse después en la política", pero "no era de izquierda y menos del tipo de radicales que aún hoy dicen que el resto es fascismo", aclaró Vidal Peña. Y concluyó: "Hizo mejor la vida de unos cuantos y a mí me estimuló con su trato".