Rubén llegó a mi vida como se llegaba antes, a la antigua, sin que mediaran redes sociales ni de ningún tipo. Una mirada cómplice y el deseo de compartir un vino. El vino se convirtió en comidas, las comidas en amigos, los amigos en proyectos, los proyectos en un bar, y así, sin darnos cuenta, pasaron los años, llenos de sonrisas y momentos felices. No veía Rubén películas tristes, ni escuchaba canciones tristes, ni contaba historias tristes. Siempre hubo cuentos repetidos hasta el cansancio, siempre hubo memoria para las cosas buenas. Conozco por él, sin haber ido nunca, el metro de Londres, las playas de Brighton, los canales de Venecia, las costumbres de Japón... Rubén era un hombre diferente, aunque suene a cliché. Si discutía con algún amigo o conmigo mismo, el enfado duraba lo que tardaba en tomar un vino. Le gustaban las fiestas llenas de amigos, el Martini rojo con rodaja de naranja, el cachopo de merluza y dormir siempre la siesta, ¡para eso era muy español! Rubén me dio su compañía, su apoyo incondicional, su familia, sus amigos, su sonrisa. Era su sonrisa lo que más me enamoraba. Rubén formaba parte de todos mis pequeños y grandes proyectos de tal manera que él mismo me los organizaba. Mis ideas estaban entremezcladas con las suyas. Es duro saber que físicamente no está, es duro ver cómo las muestras de cariño de tanta gente tienen una connotación triste, todas las flores tienen ahora que ver con su ausencia. Se fue con la mirada perdida y húmeda de todos y cada uno de sus amigos y familiares. La preocupación de todo el que le conocía se transformó en una avalancha de solidaridad y buenas intenciones, materializada más allá de las palabras. Por eso ante esta oportunidad que nos dan, quisiera dar las gracias por el apoyo sin permitirme olvidos. En mi nombre, en el de su hermana, su hermano político y sus padres, queremos agradecer el cariño mostrado por toda la familia, queremos dar las gracias a todos los amigos, los suyos, los nuestros, los compartidos. Dar las gracias a los vecinos del barrio donde creció, del barrio donde vivía y trabajaba. Dar las gracias a esos desconocidos que llaman para dar ánimo sin saber exactamente qué decir, pero cuyo quiebro de voz nos devuelve a la familia el pequeño consuelo de saber que quien marchó marchó llevándose un trozo de cada uno de nosotros. Finalmente queremos expresar el agradecimiento infinito al personal sanitario de UCI-1 en el Hospital Universitario Central de Asturias. La profesionalidad, humanidad y cercanía fue absoluta. El personal a cargo nos trató como si fuésemos de su propia familia. En especial, aunque no mencione sus nombres, quiero agradecer a las doctoras que estuvieron cerca de Rubén y de nosotros en todo momento. Todavía tengo la sensación de que los consejos que me dieron vinieron de mi propia madre. A todos, muchas gracias.