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Un paseo por las parroquias ovetenses

Nora, la península de Oviedo

La pequeña localidad está adornada por los dos principales ríos de Asturias, que despliegan sus encantos en torno al antiguo coto de Priañes, propiedad del monasterio de San Vicente

Los meandros del río Nora vistos desde Priañes. lne

Los dos principales ríos de Asturias despliegan sus artes de seducción en torno a la bien llamada península de Nora. Los dos compiten en belleza. Tanto uno como otro quieren atrapar la mirada. Para ello, el primero aclaró sus aguas, y el segundo parece ir ganando el pulso a la contaminación. Aunque, qué quieren que les diga, por nada del mundo me bañaría en sus aguas ni comería sus truchas.

Ya se habrán dado cuenta de que estoy hablando del Nalón, padre de los ríos asturianos, y del Nora, el sempiterno segundón. El que nace en la fuente La Nalona durante sus 145 kilómetros de recorrido ensaya y, en ocasiones consigue, un delicioso trazado de curvas y contracurvas: por ejemplo, en Puerto y Trubia. El que nace en la fuente Nora no se queda atrás: esboza sin cesar hermosas vueltas y revueltas aunque, en San Pedro de Nora, consciente de su próximo fin, entona el canto del cisne y, entre los cuetos Tahoces y Rañeces, diseña el curso de agua más espectacular del norte de España y nos lega los sin igual meandros del río Nora. ¡Ahí es nada! ¿Cuántos carbayones los conocen?

Hace más de tres lustros, para una posterior narración, realicé un viaje a pie por Las Hurdes. No es por comparar, si bien no está demás comentarlo. En Pinofranqueado, desde la alquería de Ovejuela, partía una ruta turística por la que a diario, caminando en fila india, una riada de gente se acercaba a ver "El Chorrituelo". Ruta de seis kilómetros, ida y vuelta, ¡nada del otro mundo!, cercana al cauce del río Ovejuela, cascada con una caída de 70 metros que de aquélla, primeros de junio, dejaba correr poco más que un hilillo de agua. En Las Hurdes, quién lo diría hace treinta años, los pueblos progresan y tienen vida. El turismo esta bien promocionado. En Asturias, este sin par guiño geológico de agua y tierra pasa desapercibido.

Claro que el mal de la ignorancia tampoco es reciente. Ya hace un siglo y tres cuartos, el sábado 20 de agosto de 1843, don Guillermo Schulz, en su "Viajes por Asturias", en el capítulo la "Excursión al coto de Priañes", afirmaba: "Priañes es un pequeño lugar de unos veinte vecinos que cultivan la asperísima península formada por ambos ríos antes de su confluencia y después de dicha aproximación. Es tan notable esta circunstancia geográfica del coto de Priañes que creo no habrá acaso otra igual en toda Europa; por desgracia, el país es muy ingrato y, por lo mismo, poco visitado por los asturianos que no sean vecinos de allí cerca, y de ahí resulta la completa ignorancia de los geógrafos y aún de los asturianos en general sobre este fenómeno digno de verse a lo menos y de consultar en los mapas del país". A buen entendedor pocas palabras bastan.

El problema no es que vayamos a peor, sino que tampoco avanzamos nada. Ni sé de marketing, ni tampoco de estadísticas, y entiendo que en el apeadero de San Pedro de Nora el tráfico de personas sea escaso. Claro que, si la misión de un buen gestor es optimizar los recursos, lo mejor para atraer viajeros sería promocionar la "Ruta de los meandros del Nora". En la actualidad, las rutas turísticas a pie correctamente publicitadas jamás fallan. Más, cuando en Priañes hay tanta riqueza geológica, de fauna, flora, etnografía y paisaje para disfrutar. Nada digo si en la oferta incluimos una visita guiada a la iglesia prerrománica de San Pedro, Patrimonio de la Humanidad que, aunque oficialmente pertenece al concejo de Las Regueras, tiene el picaporte de entrada en el confín del municipio de Oviedo; alza su mágica estructura al otro lado del río. Rosa María Rodríguez, cronista oficial de dicho lugar, seguro que lo permite.

La parroquia de Nora, antiguo coto de Priañes, fue pertenencia del monasterio de San Vicente de Oviedo. A mediados del siglo XVI, tenía el coto 31 vecinos, con ocho viudas. En cuanto a superficie es de las medianas tirando a pequeña, algo más de cuatro kilómetros cuadrados. El río Nora y Las Regueras la cercan por el norte, Godos por el sur, al este limita con San Claudio, y al oeste con el Nalón y Santa María de Grao.

Espero que ustedes me acompañen durante este delicioso recorrido. En Trubia, por la AS-233 (Soto-El Escamplero-Avilés), durante poco más de un kilómetro, caminamos a la par que el río Nalón, cauce en el que veremos azulones, cormoranes y, con suerte, alguna garza. Pasamos junto a las casas de La Viesca y La Barquera. En este último lugar, por medio de una embarcación y hasta comienzos del siglo XX, se facilitaba el paso entre ambas orillas.

Si en el embalse y central eléctrica del Furacón es notable la perspectiva que tenemos de Udrión, no es menos interesante, ya que lo convierte en uno de los importantes hitos de Nora, contemplar los restos del antiguo puente de Gubín, también conocido como la ponte Gubín o la puente'l moro. Probablemente haya sido reconstruido a comienzos del siglo XVI y, a consecuencia de grandes riadas, se derrumbase a finales de la misma centuria o comienzos de la siguiente. El camino antiguo que parte hacia occidente, del que aún se conserva un tramo empedrado, es conocido como Camín Real o paso de Santiago.

Este camino antiguo, según Hevia y Argüello, "era considerado en época moderna por los habitantes de Grao como camino recto a Oviedo, en comparación con el de Peñaflor, ya que era más corto. Sin embargo, en el siglo XVIII, era éste "el que regularmente se usa, pues aunque tiene una legua más de camino, no tiene barco ni otro embarazo alguno que detenga a los caminantes". En 1787, en un memorial enviado por la villa de Grao a la Junta General del Principado, se pretendía su reparación mencionándose "cómo en el río que divide este concejo de Oviedo de aquél, hay un puente de piedra en el sitio que llaman de Udrión, camino recto de esta ciudad a aquella villa, el cual está sin uso ya muchos años por faltarle un arco".

En la margen derecha, a la sombra de la antigua cantera de María Morinón, se mantiene en pie y completo un arco de medio punto con sus dos pilares, construido con sillares de diferentes tamaños bien trabajados. En la orilla opuesta tan sólo se conserva un pilar.

Lo cierto es que en La Barquera hay un desvío a Feleches. La carretera es de las que se sube a la frente de tan empinada que es, pero vale la pena realizar el recorrido. Mientras vamos ascendiendo, ofrece preciosas vistas del río y del valle de Udrión. Cuando alcanzamos el pueblo todo parece girar alrededor del muro circular con el que nos topamos a la primera. Conserva un notable patrimonio etnográfico y en él se encuentra la fuente de mismo nombre que el pueblo y, además, son sobresalientes las panorámicas del monte Naranco. Por este lugar pasaba un camino antiguo, citado ya en el año 1078, que por San Claudio y Olivares se dirigía a Oviedo.

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