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Los otros profes

Escuchar, entender y verbalizar el mundo

"Creamos generaciones muy visuales", dicen los maestros de audición y lenguaje, que piden que se lea y se hable más con los niños

Piedad Descalzo trabaja en el aula de audición y lenguaje con la alumna Carmen Morales. LUISMA MURIAS

"Vamos a llamar a doña lengua, a ver si está en su casita". Carmen Bedia, maestra audición y lenguaje, trabaja con la pequeña Samara Córdoba que mueve su lengua de un lado a otro y realiza ejercicios de respiración y pronunciación. Lleva una diadema con un lazo de plástico que indican que le toca mantener el orden en su clase. "¡Oye Mateo! Soy la encargada", comenta a uno de sus compañeros tras dejar atrás una de las dos aulas de audición y lenguaje que tiene el colegio Buenavista II.

Una es la de Carmen Bedia, que sintió la llamada de su actual especialidad cuando empezó a tener problemas de afonía en sus clases. Trabaja con Piedad Descalzo, titular de la otra aula, que lleva treinta años dedicada a niños con problemas de audición y lengua. Trabaja con niñas como Carmen Morales, de seis años, con quien emplea tanto aplicaciones informáticas como un pompero. Ambas rechazan ser clasificadas como logopedas. Esa es, dicen, la parte más clínica. Su especialidad, además de tratar dislalias, trastornos de la comunicación o deficiencias auditivas, está integrada dentro del funcionamiento curricular. Como las suyas, hay en Asturias un total de 205 plazas para este tipo de profesionales. Algunas están ocupadas por el mismo trabajador que desempeña su labor en distintos lugares. Otros colegios, sin embargo, cuentan con varios de estos trabajadores. Se distribuyen en función de los alumnos con necesidades. En total, 171 centros cuentan con esta figura para atender niños de Infantil y Primaria.

Trabajan en grupo, con el resto de profesionales del centro. "Al niño no se le puede dividir y su problemática tenemos que abordarla con la coordinación de todos", explica Piedad Descalzo, quien hace hincapié en que en un principio su figura "estaba totalmente aislada. Pero esa batalla se ganó".

Aunque no todo han sido mejoras. "La problemática ha aumentado mucho, estamos creando generaciones muy visuales y se realiza poca comunicación auditiva", apunta Carmen Bedia. "La comunicación tiene muchos matices y la televisión no los cubre todos", añade su compañera. Como receta recomiendan a las familias verbalizar todo lo que hacen con los niños. Por le menos durante media hora al día. A la hora del baño, de la cena o mientras se da un paseo.

El número de alumnos que atienden va variando en función de las mejoras que van consiguiendo. Aprovechan las materias de las que los alumnos tienen más horas para sus clases, preferentemente la de lengua, y los devuelven al transcurso regular del curso cuando están recuperados. Pero hay alumnos, con discapacidades auditivas, por ejemplo, que necesitan atención continua. "Con ellos pasamos el mayor número de horas", comentan las maestras.

"El niño oyente nace con la comprensión de lo que oye, lo relaciona inmediatamente con un significado", destaca Piedad Descalzo. Porque su tarea no es solo mejorar la vocalización, también trabajan en planos metodológicos más profundos. Desarrollan con niños con sordera herramientas que les permiten entender el mundo que les rodea. Sin ellas, se disparan las dificultades para su vida cotidiana y su desarrollo. "Si, por ejemplo, no entienden una lectura, no la entienden en lengua ni en matemáticas y el problema se va acumulando".

"Es muy complicado pero es muy bonito", resalta Piedad Descalzo. Y su compañera Carmen Bedia no podría estar más de acuerdo: "Tengo otra especialidad y desde que entré en audición y lenguaje nunca he querido cambiar".

Ellas tienen plaza fija en el Buenavista II, pero muchos compañeros trabajan en varios centros a la vez y se desplazan donde estudian niños con la problemática que tratan. Estos profesionales tienen contratos parciales que, lamentan, no tienen en cuenta todo el trabajo que realizan más allá de las sesiones, individuales o en pequeños grupos que hacen en el aula. "Es muy raro encontrar dos niños con las mismas características, hay que diseñar métodos individualizados y eso llevan mucho tiempo", reivindican las profesoras que enseñan a escuchar, a entender y a verbalizar al mundo.

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