"¡Ayudadme, ayudadme! Se me ha desmayado aquí el compañero. ¡Por favor!". Félix Callado, vecino del número 1 de la calle Joaquín Blume desde hace treinta años, oyó esta súplica el martes cuando volvía a su casa hacia las dos y media de la tarde. Pensó que alguien estaba atrapado en el ascensor, pero luego se dio cuenta de que la puerta del cuarto de la caldera estaba abierta y había luz dentro, en la parte izquierda del portal. Al bajar las escaleras vio a un hombre desesperado dentro del silo de la caldera comunitaria de pellets (biomasa). "Trataba de sacar a otro chaval que no se movía y del que sólo pude verle los brazos cada vez que tiraban de él". A Félix le cuesta hablar sin emocionarse al saber que aquella persona inmóvil, Alejandro Álvarez, falleció a la mañana siguiente en el HUCA por intoxicación de monóxido de carbono.

Otro residente del inmueble, Antonio Ramón Hevia, llegó en ese momento para echar una mano y sacar como fuera al trabajador inconsciente. Félix, jubilado de 67 años y con problemas de espalda, creyó que lo mejor era llamar de inmediato al 112. "Subí las escaleras a toda prisa porque en el cuarto de calderas no hay cobertura y le di a la operadora todos los datos que se me ocurrieron. Además pedí una uvi móvil porque el chaval aquel no respondía pese a los esfuerzos y la cosa pintaba fatal". Antonio Ramón salió a la calle minutos después con los ojos enrojecidos y marcó el número de la Policía Local mientras decía: "Acaba de caerse el otro chico".

Ambos vecinos se dieron cuenta de que aunque no olía a gas el portal se estaba llenando de una sustancia peligrosa. "Era un olor raro, no sé cómo describirlo. Podía pasar desapercibido, pero si te concentrabas, lo notabas. Lo pienso y me pongo nervioso".