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Colegio Germán Fernández Ramos

Alfiles y caballos para Mates y Lengua

El colegio Germán Fernández Ramos, un centro que "da y recibe del barrio", usa el ajedrez "como herramienta educativa"

Silvia Herranz prepara en el aula de Música un baile para representar en el amagüestu del colegio. Alba Eguiluz

Es mucho más que un juego y trasciende las barreras del deporte para adentrarse en todas las aulas como "herramienta educativa". El colegio público Germán Fernández Ramos es una referencia del ajedrez. Así lo demuestra el torneo nacional que se celebra en el centro y lleva el nombre de la jugadora húngara Judit Polgar. En él participaron el pasado febrero 200 chicos de todo el país. "El alfil se mueve en diagonal y como en matemáticas se estudian las diagonales los profesores lo utilizan como ejemplo", explica Luis Rodríguez. También se aplica a asignaturas como Lengua o inglés y a nivel deportivo se trabaja en Educación Física.

"Me está ayudando un poco porque yo no sé jugar tan bien como ella", comenta Olaya Menéndez mientras coloca las piezas sobre el tablero. "¡Uy! ¡Me equivoqué! El alfil no mueve recto", explica instantes después su compañero de 3º de Primaria Daniela Noval. Juegan sobre el suelo del gimnasio, bajo la supervisión de Ariadna Álvarez. "Es una actividad muy tranquila. La realizan durante 10 ó 15 minutos y les relaja mucho", comenta profesora de Educación Física.

Pero el ajedrez permite además una educación en valores. "Es muy inclusivo. Permite jugar en igualdad a hombres y mujeres, niños y mayores y elimina la mayoría de las discapacidades físicas", indica Luis Ordóñez, quien incide en la intención de crear un centro deportivo de tecnificación vinculado al centro. "La idea es única, las instituciones públicas tendrían que involucrarse y mimarla más", pide el director de un colegio en el que estudian 400 niños de Infantil y Primaria y trabajan 35 profesores.

Pero el centro es mucho más que tableros en blanco y negro. En el aula de música, los alumnos bailan una coreografía para celebrar la estación de la caída de las hojas. "En otoño nos reunimos, hace tiempo que no coincidimos", cantan Silvia Herranz y sus alumnos mientras mueven brazos y piernas en el centro de la clase. Los pasillos y aulas lucen también festivos con motivos como Halloween, el reciclaje o, como no podía ser de otra forma, el ajedrez. Y la tecnología está presente en las lecciones mediante dispositivos que proyectan sobre la pantalla los contenidos que la profesora de Matemáticas, Delia Fernández, tiene en su ordenador.

"Todo el mundo participa y el claustro está muy involucrado" y de ahí surgen un montón de proyectos de nuevas tecnologías, de lectura o de medio ambiente. Como el pequeño huerto que profesores y alumnos cultivan junta al patio. O la exposición que se empleó para hacer conciencia sobre el reciclaje que impresionó al propio personal de Cogersa cuando pasaron a visitarla.

No se trata de la única visita que reciben en el Germán Fernández Ramos, el colegio de Pando, "un centro comunitario que da y recibe del barrio".

Los padres están muy involucrados en las actividades, como demuestra la alta participación y la originalidad del concurso de postres terroríficos de Halloween, por ejemplo. Y las instalaciones, en una zona en la que "no hay oferta cultural ni deportiva", dan para mucho más que impartir lecciones. Abren hasta las diez de la noche y muchos se animan a utilizarlas lo que convierte al colegio en un "referente" del ocio. Aunque necesitan algunos retoques. Como unas gradas para el polideportivo, para que las personas que acuden a las competiciones deportivas puedan ver los partidos sentados. Y es que el deporte es otro de los pilares más importantes del colegio. Se promueve incluso la práctica de juegos tradicionales. Los niños reciben clases de cuatreada y aprenden a jugar a los bolos. A los que les gusta y se les da bien se les anima a competir y alguno de los estudiantes ha subido al podio de las competiciones regionales.

Pero también son necesarios cambios más profundos. "Yo cazaba grillos en los prados en los que luego se construyó todo esto", dice Luis Rodríguez señalando las paredes y el techo con las manos. "Hijo del barrio", lleva 27 años en el colegio, 16 como director. Argumenta que a lo largo de las décadas el centro ha cambiado mucho: "Llegamos a tener accidentes porque para acceder había que cruzar las vías del tren". El Germán Fernández Ramos se levantó sobre unos "terrenos sin valor económico" a las afueras de la ciudad. Más allá de lo que se conocía como el "cinturón de hierro" que rodeaba Oviedo. Y aunque las cosas han cambiado mucho, también se necesitan obras que van más allá de un graderío para el polideportivo.

El centro no tiene aulario de infantil y los más pequeños del cole ocupan los espacios que utilizaban los antiguos alumnos de EGB y que quedaron disponibles cuando cambió la ley educativa y algunos de esos cursos pasaron al instituto de educación Secundaria.

Cuando se cerró la escuela de Infantil de la colonia Ceano y el colegio asumió sus alumnos las instalaciones se quedaron pequeñas. "Hay que adecuar el centro porque en la arquitectura que tenemos no es la más apropiada", urge Luis Rodríguez.

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