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Aquellos domingos de misa y TBO

Un niño leyendo el TBO. Ovidio Junquera

Los domingos era el día que salía con mi padre. Íbamos a Misa de 12 a San Juan El Real, hoy Basílica, y a la salida se encontraba con sus habituales amigos, como Fraga, catedrático y director de la Escuela Normal, Víctor Hevia, escultor y profesor en Bellas Artes, Quesada, óptico, y José Fernández, médico. Todos ellos vivían próximos a la iglesia, mientras que nosotros residíamos en la calle Asturias.

Si salíamos pronto de casa, entrábamos en un pequeña frutería en la calle Independencia. La regentaba un matrimonio y también vendían periódicos. El se llamaba Agustín y a su vez era uno de los porteros del Cine Principado. Parábamos allí y mi padre me compraba el TBO. Algunas veces, si íbamos con el tiempo justo para la misa, entonces el TBO lo comprábamos en el quiosco de Gene en la Escandalera.

A la salida de Misa había domingos que poníamos rumbo fijo hacia un punto de Oviedo en el que hubiese obras públicas. A Fraga le gustaba visitar escombros y tierras levantadas en búsqueda de algún bicho que por allí apareciese. En el bolso superior de su chaqueta acostumbraba a llevar algún tubo de ensayo con tapón, donde guardaba cualquier escarabajo que entre la tierra apareciese. En el mismo bolsillo llevaba la boquilla como buen fumador que era. No puedo olvidar que durante años escribió una columna para LA NUEVA ESPAÑA títulada "Anotaciones marginales".

Una vez al mes, aproximadamente, mi padre y sus amigos, iban a comer, al Auto Bar' en la calle Melquiades Álvarez. Creo recordar que tomaban fabada. Era algo así como saltarse a la torera el régimen que guardaban el resto del mes. Ese día mi padre me ponía en dirección a casa, en la calle Independencia. Me dejaba en el paredón del Hospicio y de esa forma yo no tenía que cruzar calle alguna para llegar hasta la de Asturias

Yo iba feliz, con aquella gente mayor, y mi querido TBO bajo el brazo que hoy me ilustró mi amigo Ovidio Junquera.

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