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Los cultivos del Paraíso

Higos, la fruta de los milagros

Higos, la fruta de los milagros Pelayo Fernández

Mientras mis hijos eran pequeños, las vacaciones las pasábamos en San Juan de Luz, a diez kilómetros de la frontera de Behobia. El objetivo era que los críos comenzasen a conocer la lengua francesa.

Como todos ustedes saben, es una villa turística y marinera preciosa, muy ligada a nuestra historia. Sus pescadores y los nuestros se encontraban camino de Terranova en busca de ballenas, y en su iglesia de San Juan Bautista, en 1660 tuvieron lugar los esponsales entre Luis XIV y la Infanta María Teresa de España, con la intención de sellar la alianza entre Francia y España, otra boda real por amor.

Pero algo no funcionó porque el resultado último fue la Guerra de Sucesión española. De aquella boda de campanillas quedan dos detalles interesantes: uno, el lugar por donde entraron los reales novios. Aún se ve el marco de piedra en uno de los laterales. Pero la puerta no existe. Fue tapiada nada más que salieron por ella los recién casados. Y una chulada geográfica: la Isla de Los Faisanes, que se encuentra en medio del Bidasoa y es seis meses española, de febrero a julio y otros seis francesa, de agosto a enero. Dicen que es el condominio más pequeño del mundo ya que mide un día de bueyes abundante.

Uno de aquellos agostos, desde la orilla de Hendaya una pintora plasmaba en su lienzo el islote.

Unos setenta años. Ropa clara, no recuerdo muy bien los detalles, y un sombrero de mimbre, con una banda estampada, a imitación de un pequeño foulard. Sin duda era francesa. Me acerqué con discreción. Al lado del caballete en el que apoyaba el lienzo, aquella mujer tenía una pequeña mesa plegable, y sobre ella, aparte de un maletín abierto lleno de tubos de óleos, una cestina de mimbre llena de higos.

El "Ficus carica", higuera, o figal, es hermano del ficus tropical que tenemos al lado del tresillo. Propio de secano, se da también en el norte, y rara es la casería que no tiene su figal al lado del hórreo, y alguna "miguelina" por la huerta. Estas últimas, que obviamente maduran por San Miguel, son inconfundibles, con sus higos pequeños, rubios, y muy dulces.

No hay cultivo más sencillo que el de la higuera pues no necesita cuidado alguno, siendo muy sensible a los tratamientos químicos. Madura entre agosto y octubre, haciéndolo en junio-julio los que producen brevas, o primera cosecha, a la que sigue la normal. Aunque no es difícil la reproducción por estacas, lo mejor es adquirir los arboles jóvenes en vivero, pues garantiza el éxito y permite elegir la variedad.

Eso sí, tiene dos peligros: una fartura o romperse la crisma por subirse a ella, pues es de madera muy falsa. Lo demás es placer.

La mujer miró para mi sonriente y, de frente, me preguntó si me gustaba pintar. Le respondí que no había nacido con esos dotes, pero que sí me encantaba la pintura. Y sobre todo la impresionista.

"Es mi preferida", respondió. "Por la luz, y porque unos brochazos sin contornos creen imágenes tan maravillosas. ¡Una delicia! Por cierto, ¿le apetecen unos higos? Los traigo para merendar. Me ayudará si los acepta porque me encantan pero no debo de comer muchos, porque en ese caso me hacen daño; pero no tengo voluntad", comentó.

Además de pintora era conversadora. Y directa. De España conocía Madrid, Mallorca, Navarra y el País Vasco.

Una vez había llegado hasta a Santander, pero no había seguido más allá pues las carreteras eran tortuosas. Le gustaba el carácter de los españoles, según decía, mucho más alegre que el francés. Para ella, los españoles sabían vivir, aunque hablaban a gritos y discutían en público, sobre todo de política.

Eran viscerales. Seguían en la división de izquierdas y derechas -en Francia sucedía lo mismo-, y eso, a su entender, era algo absurdo; a las personas había que clasificarlas de otra forma: tolerantes e intolerantes. Y soltó una frase que nunca se me olvidó:

"Con los tolerantes yo me entiendo siempre, piensen como piensen. Con los intolerantes no hay nada que hacer; aunque se coincida en la ideología. No es la política lo que divide; es la intransigencia".

"¡Pero veo que no acepta mis higos!", me dijo al final.

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