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Templos de tertulia y tijera

La peluquería, un pequeño Parlamento

Las barberías de la ciudad han sido tradicionalmente enclaves en los que lo mismo se hablaba de política que de fútbol, toros y chismes

Imagen de la exposición "La barbería. Historia de un oficio", con la que Ramiro conmemoró sus cincuenta años establecido en Oviedo. lne

Las peluquerías han sido tradicionalmente al igual que las reboticas o los cafés los templos cotidianos de las tertulias de los ovetenses. La política, el fútbol, los toros y la chismorrería local eran los temas preferentes de los clientes y acompañantes que las frecuentaban y de fondo la siempre voz autorizada del propio peluquero.

Tomando como punto de partida los años anteriores a la guerra civil, un punto sin duda de inflexión en nuestra historia, existían las peluquerías de Felipe Lobón, decano de los peluqueros ovetenses en las primeras décadas del XX en la calle La Rúa. La de Paco, en la calle Cimadevilla fue otra peluquería histórica -quizá la más lujosa- contando entre sus clientes habituales con la dinastía Masaveu. En la calle Uría en el local en el que se instalaría años después el cine Aramo estaba la peluquería de Gregorio Salamanca. En la calle Caveda enfrente de las Salesas, Eloy Cadavieco y por último las más famosas y más recordadas las de Escotet y Calzón en la calle Argüelles y Pelayo presentes durante gran parte del pasado siglo en la vida ovetense.

Felipe Lobón. Sin duda el peluquero más famoso de Oviedo de entre siglos es Felipe Lobón con una trayectoria de más de 80 años al frente de su negocio. Se había iniciado en el oficio en 1861, tiempo que en Oviedo había tres o cuatro peluquerías: en la calle Santa Ana, en Fierro, en la Puerta Nueva y la de su tío Joaquín Lobón donde Felipe inició su andadura profesional en la calle La Rúa. En aquellos años 60 del XIX, según Lobón, el bigote estaba presente de manera absoluta en los hombres, más tarde se unió al bigote la perilla, ambos obligatorios para entrar en el Cuerpo de Alabarderos. A ésta moda siguió la barba cuadrada complementada después por las patillas, sin olvidarnos del afeitado. Un amplio campo, sin duda, para los profesionales de la peluquería.

Lobón contaba en su nómina de clientes a personajes como el Conde de Toreno, el de Revillagigedo o los marqueses de Tremañes, Gastañaga, Vega de Anzo o Camposagrado. Con motivo de una visita de Alfonso XII fueron requeridos sus servicios para atender al monarca, días después recibía el titulo de Servidor de la Real Casa. Otro de sus clientes fue Prim durante su exilio en Oviedo. El comediógrafo Vital Aza le dedicó una cuarteta que decía "Tres cosas hay en Oviedo que causan admiración: la Catedral, Los Pilares, y el peluquero Lobón. En 1930 recibió la Medalla del Trabajo. Felipe Lobón fue una institución en Oviedo. Había nacido en 1847 y falleció el 6 de enero de 1940 a los 93 años.

Escotet. El binomio de las dos peluquerías Escotet-Calzón fue durante muchos años la referencia obligada por las que pasaron miles de clientes, aunque mantenían cierta rivalidad por su cercanía la sangre no llegaba al río, incluso fueron socios en los años 30 en un negocio en la calle Uría. Al separarse Escotet se trasladó a la calle Argüelles al edificio propiedad de la Universidad que hace unos años sufrió un derrumbe. El citado edificio había sido pasto de las llamas en 1936 durante la guerra civil lo que obligó a Escotet a buscar nueva sede unos metros antes en dirección a la Escandalera, la que sería su definitiva hasta la actualidad.

La peculiaridad más relevante de la peluquería de Escotet, al margen de su reconocida profesionalidad, era su ambiente futbolero con tertulia habitual de jugadores del Oviedo. Una foto de Lángara tomada en la peluquería seria su emblema muchos años. Escotet fue concejal en Oviedo y falleció en 1954 sucediéndole su hijo. En 1965 se hizo cargo del negocio Emilio García Fernández, luarqués de nacimiento, y notable escultor, que llegó al negocio después de regentar otros en la calle Covadonga y Martínez Vigil.

Calzón. Otra gran seña de identidad de los peluqueros ovetenses fue sin duda Juan Calzón, muy aficionado a la música y a la poesía a edad muy temprana. De hecho su vinculación a la peluquería vino por un suceso siendo niño cuando en compañía de un amigo escaló a través de un canalón al primer piso del Teatro Campoamor para ver una zarzuela. La recriminación de su aventura juvenil por la madre precipitó su incorporación como aprendiz en la peluquería de Benito Secades en un bajo de los soportales del Ayuntamiento. En los primeros años del siglo XX la mayoría de los peluqueros procedían del hospicio donde se les enseñaba el oficio. Su trabajo de aprendiz consistía en cepillar el polvo del vestuario de los clientes y ayudar a los mismos a vestirse con las ropas de abrigo. Estuvo en activo más de 80 años igual que Lobón.

Calzón inauguró su negocio en 1921 y cerró sus puertas en 1984. Siempre tuvo como línea de conducta "servir a los demás, con humildad y con la mejor disposición". Premisas que ha inculcado a su personal mi amigo Ramiro Fernández, el peluquero allerano asentado en Oviedo desde hace 50 años, que ha tenido siempre por bandera una exquisita atención a sus clientes.

Juan Calzón, igual que su hermano Arturo fueron personajes de notable influencia social en Oviedo y ambos una auténtica enciclopedia de la vida local.

Después de la guerra civil se establecieron numerosas peluquerías en el centro de Oviedo, recordamos entre otras a Falín y Miranda en la calle Doctor Casal (curiosamente Miranda en una entrevista a la prensa local en 1966 vaticinó que en 25 años desaparecerían las peluquerías), Severino en la Gran Vía, Calviño en la plaza del Sol, Pachu en la Argañosa, Paco y Zuazua en Azcárraga, Camporro en Ventura Rodríguez, Pepín y Federico en la antigua estación de los ALSA, Carlos en la avenida de Pando, Jovino en la calle Campoamor, Ramiro, primero en la plaza Juan XXIII-sustituido por Ulpiano- y en la actualidad en Arquitecto Reguera, José Manuel, en Monte Gamonal, Kike en Alonso Quintanilla, Tamargo en la calle Mon, Miguel en el pasaje de Ojanguren, Gil en la calle Velázquez, etc. la mayoría ya desaparecidas y alguna más que se escapan a la memoria.

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