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Los Álamos, año 50 del mosaico

El clásico paseo del Campo San Francisco cumple medio siglo con el pavimento diseñado por el pintor Antonio Suárez, entregado al Ayuntamiento el 30 de noviembre de 1966

Los Álamos, año 50 del mosaico

Plantaron álamos, crecieron los álamos, y talaron los álamos, de modo que ya no pudieron dar sombra ni a Pablo Iglesias, fundador del socialismo español, ni a Miguel Primo de Rivera, titular de la Falange. Pero aquellos nombres se ensombrecieron igualmente, y el paseo que había nacido parejo a la nueva calle Uría, proyectada allá por 1868 -cuando la Gloriosa en España-, volvió a recuperar en 1979 un nombre ya perfectamente establecido: paseo de los Álamos. Hubo avatares con él durante todo el siglo XX, pero hace justo ahora cincuenta años, ese clásico tránsito urbano adoptó el formato que hoy perdura: la hilera de árboles del género "populus" -los álamos-, en su frontera con el Campo San Francisco, más los magnolios que ya lo separaban de Uría y, en medio, un pavimento de mosaico diseñado por el artista Antonio Suárez (1923-2013).

En efecto, el alcalde Antonio Rico de Eguíbar, regidor de 1963 a 1968, encarga al arquitecto municipal, Florencio Muñiz Uribe, un diseño que incluya "nuevo pavimento a base de loseta de Escofet con cantos rodados, dispuesta en zonas rectangulares separadas por franjas de granito gris, el mismo que en los extremos".

Tal es la descripción preliminar que recoge el libro "El campo de los hombres buenos" (1996), del periodista y escritor Adolfo Casaprima Collera. Uribe elabora el proyecto y lo fecha en el 15 de mayo de 1965, con "un presupuesto de 1.640.000 pesetas". Sin embargo, su ejecución queda frustrada al verse desierta la correspondiente subasta. El arquitecto municipal vuelve a tomar la pluma y con fecha del 22 de julio alumbra otro presupuesto que se eleva "a 2.859.000 pesetas". El proyecto sufre transformaciones ya que pasa a confeccionarse con "pavimento portugués, con trozos de mármol de tres centímetros de espesor y mortero coloreado, separado por franjas de piedra caliza de tres a cuatro centímetros". El contratista Pedro de Elejabeitia se hará cargo de la obra por un montante de 2.778.000 pesetas y se introducirá la construcción de un "nuevo murete en el borde con el Campo, similar al existente en la calle Conde Toreno". Dicho murete agregará 263.000 pesetas de coste.

Pero no todo estaba encarrilado, ya que las obras se alargan y demoran, e incluso llega a producirse un requerimiento del alcalde para que la empresa cumpla los cinco meses del plazo establecido. Lo que estaba ralentizando los trabajos eran "las pruebas con diferentes dibujos" para conformar el pavimento definitivo. Pero en ese momento, el regidor Rico de Eguíbar ataja el problema al encargar al pintor Antonio Suárez "un boceto de las superficies que serán trazadas con colores". Suárez entrega entonces "seis cartones de 4 por 9,5 metros cada uno". Si cada cartón se multiplica por doce y cada una de esas partes se va distribuyendo a lo largo del paseo se obtendrá la configuración definitiva, con un suplemento presupuestario de 100.000 pesetas.

Otro proyecto complementario, de 380.000 pesetas, compondrá la jardinería de la zona, con álamos entre el paseo de dicho nombre y el colindante paseo de la Arena, ya en el Campo; y con magnolios a lo largo de toda la frontera con Uría. Los álamos harán "recordar la vieja y entrañable estampa decimonónica que dio nombre al lugar", subraya Adolfo Casaprima en su obra. Finalmente, la entrega formal de las obras se realizará el 30 de noviembre de 1966 -de mañana en diez días se cumplirá el medio siglo-, pero la recepción oficial de los trabajos no se producirá hasta el siete de enero de 1970.

Poco despúes, el paseo de los Álamos sufrirá nuevas alteraciones a causa de la construcción del estacionamiento subterráneo bajo la plaza de la Escandalera y sus aledaños. Dicha obra provocará asimismo el levantamiento de los magnolios en la zona afectada por obras en el subsuelo.

Los ovetenses lamentarán dicha eliminación de arbolado, y la empresa constructora promete conservar las piezas en viveros y devolverlas a su tierra original. Nunca sucedió, como hoy es patente.

Una curiosidad de dicho estacionamiento de la Escandalera es que sólo se construyó su primera fase, mientras que la segunda, que lo prolongaba hasta la calle Conde Toreno, nunca llegó a ejecutarse, para beneficio del paseo, que podría haber corrido similar suerte que la de los magnolios perdidos.

Dicha prolongación nunca realizada estuvo a punto de retornar cuando el alcalde Gabino de Lorenzo firmó un convenio, anulado a continuación por los tribunales, con la empresa a la que se le había expropiado Villa Magdalena, que era, y sigue siendo, una importante acreedora del Ayuntamiento.

El 29 de julio de 1979, el tránsito más céntrico de Oviedo recupera su nombre como paseo de los Álamos. En diciembre de 1924 había perdido sus árboles originales, muy deteriorados. En 1931 había pasado a llamarse "de Pablo Iglesias", y en 1938 "de Miguel Primo de Rivera". Este último cumpleaños del cincuentenario lo mantiene vivo y próximo a sus esencias.

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