Sería deseable aplicar una vacuna que ya está en el mercado y que protege a un porcentaje de mujeres notablemente superior. Habría que adelantar en unos 10 años (de 35 a 25) la edad a la que se realizan las pruebas de detección del virus. Convendría prestar una mayor atención a la carga viral (cantidad de virus) que presentan las pacientes para someter a un seguimiento más intensivo a las que registran mayores niveles.

Éstas son tres de las principales líneas de acción que se derivan de la tesis doctoral que acaba de defender Susana Rojo Alba, microbióloga del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), referida al virus del papiloma humano, causante del cáncer de cérvix (cuello de útero). Susana Rojo obtuvo la máxima calificación por una investigación que consistió en analizar la evolución de 177 pacientes del HUCA que fueron vigiladas durante al menos tres años por estar infectadas por el papilomavirus.

"Para desarrollar un cáncer de cérvix es necesario estar infectado por el virus del papiloma, pero esto no significa que todos los infectados desarrollen un cáncer", explica Susana Rojo, cuya investigación ha durado tres años. Nacida en Palencia (1985), la nueva doctora estudió Biología en Salamanca y se especializó en microbiología en el complejo sanitario ovetense, a cuya plantilla se incorporó en 2014. Susana Rojo advierte de que las conclusiones de la investigación, aunque sean sólidas y sugerentes, "deberían complementarse con trabajos de seguimiento a más largo plazo".

Veinte años de intervalo

El virus del papiloma humano, que se transmite a través de las relaciones sexuales, salta a los primeros planos de la actualidad informativa con cierta frecuencia. En particular, desde que fue incluida en el calendario vacunal -en Asturias, en el año 2008- la inmunización voluntaria y gratuita a todas las niñas de 11 a 14 años. La seguridad de la vacuna es uno de los factores que se pone en tela de juicio.

Están identificados unos 80 tipos de papilomavirus. La vacuna que se aplica en la región previene los tipos 16 y 18, los más frecuentes. Otra inmunización que ya está disponible en el mercado cubre frente a siete tipos más de virus, ciertamente menos habituales que el 16 y el 18. En las 177 mujeres que ha estudiado Susana Rojo, la conclusión es que la vacuna que se aplica habría protegido al 54 por ciento de este colectivo, mientras que la nueva habría evitado la infección del 80 por ciento, aproximadamente. "Se ha demostrado que la nueva vacuna evita más infecciones y, por lo tanto, seguramente salva más vidas, y a mi juicio eso significa que las autoridades sanitarias deberían al menos plantearse la posibilidad de aplicarla", señala la microbióloga del HUCA, quien puntualiza que, dado que la vacunación no cubre todos tipos de virus, "ninguna paciente debe dejar de participar en los cribados de detección de la enfermedad".

En ambientes científicos se estima que desde que se produce la infección por el papilomavirus hasta que se desarrolla una lesión grave transcurre una media de 20 años. Pero Susana Rojo ha identificado un volumen significativo de dolencias graves en mujeres menores de 35 años. La conclusión que obtiene la microbióloga es que lo ideal "sería adelantar a los 30 años las pruebas de detección de presencia del virus", que en su día fueron retrasadas hasta los 35 debido a que "muchas lesiones por el virus se resuelven solas".

La posibilidad, técnicamente sencilla, de cuantificar la carga de virus que porta una paciente induce a la investigadora a proponer que este dato forme parte destacada de la historia clínica. ¿Motivo? "Hemos visto que si la carga viral de una paciente es alta, y se mantiene alta, la evolución de la paciente suele ser negativa. En cambio, si es alta pero luego disminuye, lo normal es que la evolución sea buena". De ahí la relevancia de otorgar un mayor protagonismo a un dato al que Susana Rojo considera que no se le extrae todo el potencial que atesora. Es ésta la línea por la que le gustaría proseguir sus investigaciones, simultaneándolas con su trabajo de microbióloga.

La tesis de Susana Rojo, que obtuvo la máxima calificación, fue dirigida por María de Oña Navarro y Marta Elena Álvarez-Argüelles, ambas especialistas del HUCA, al igual que la nueva doctora.