El joven pianista británico Benjamin Grosvenor, de 23 años de edad, será el protagonista del concierto que se celebrará hoy en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo a las 20 horas, dentro del ciclo de Las Jornadas de Piano Luis G. Iberni patrocinadas por LA NUEVA ESPAÑA.
En su debut en Oviedo, interpretará Grosvenor el Concierto para piano nº 1 en re menor op. 15, de Johannes Brahms. Compartirá esta tarde escenario con la directora Nathalie Stutzmann y la orquesta Oviedo Filarmonía. Es la primera vez que tocará en público esta obra, que es uno de los pilares fundamentales del repertorio romántico pianístico.
Pese a su juventud, Grosvenor ha sido galardonado en reiteradas ocasiones, desde que en 2004 recibiera el Concurso de Jóvenes intérpretes de la BBC, con el que llegó el reconocimiento internacional. La crítica destaca la brillantez y claridad de sus interpretaciones.
El intérprete británico indica que empezó a tocar el piano cuando tenía 5 años, "porque mi madre ya era profesora y decidió que estaría bien comenzar". Y añade: "A esta edad no tenía muy claro si me gustaba realmente o no, pero yo continué tocando porque tenía mucha facilidad y aprendía bastante rápido. Debo confesar que por aquel entonces estaba interesado en otras cosas y que el piano no constituía mi gran pasión, aunque es cierto que con el paso de los años comencé a estudiar cada vez más, lo que me llevó a interpretar obras más interesantes y a mejorar como pianista".
Sobre el programa para hoy explica: "El concierto para piano de Brahms es una obra realmente fascinante, y no sólo para el solista porque la orquesta también tiene partes estupendas. Esta es la primera vez que lo interpretaré en una sala de conciertos, y la verdad que esta últimas semanas en la que he estado preparándolo me he dado cuenta de la atención que presta Brahms a los pequeños detalles como el ritmo o los cambios de carácter entre una frase musical y otra".
Sobre los requisitos que hoy en día debe cumplir alguien que quiera dedicarse al mundo del piano, Grosvenor señala la necesidad de "tener una buena técnica, que es imprescindible, pero sólo con esto no basta, porque la técnica no te confiere la expresividad que todo pianista necesita para conmover al público". Y añade: "Dar las notas de forma correcta no sirve de mucho si detrás de ello no hay una comunicación con quien te está escuchando, supongo que de otro modo sería muy aburrido. Hay que tener en cuenta también que la mayor parte de las interpretaciones de un pianista son en recital, sin otros instrumentos y sin orquesta, por lo que debería ser un músico autónomo en todos los aspectos. Ser pianista implica rasgos propios de otras disciplinas como la dirección de orquesta, por la necesidad de controlar el sentido global de la pieza que se está interpretando, pero también son necesarios conocimientos sobre composición e incluso sobre percusión".
El intérprete británico reconoce que hoy en día una persona que quiera perdurar en el mundo de la música no puede limitarse únicamente a tocar, como se hacía en el pasado, y dejar de lado otras exigencias adyacentes al mundo de la música, que hoy en día funciona como una industria. "El modelo de solistas de los años cincuenta está un poco desfasado. Ahora hemos reducido la distancia con nuestro público, y ahí es donde cobra importancia el trato con la prensa, la visibilidad en las redes sociales, o asistir a determinados actos sociales. Personalmente creo que una de las cosas más importantes que podemos hacer los artistas desde nuestra posición es contribuir a mejorar las enseñanzas de música, y participar en la medida de lo posible en proyectos que pretendan involucrar a los niños en este mundo. También es nuestra responsabilidad ingeniárnoslas para llevar la música clásica a nuevas audiencias, y esto es más efectivo si se hace a una edad temprana, porque la gente joven es siempre mucho más receptiva".
