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Un cuarto de siglo a pie por el Antiguo

El cierre al tráfico del casco viejo, hace ahora 25 años, estuvo plagado de críticas Hoy se habla de una nueva peatonalización, hacia el Campo

Un cuarto de siglo a pie por el Antiguo

Hubo un tiempo en el que los coches aparcaban a las puertas de la Catedral y en el que había que esquivar el tráfico en las calles del casco histórico. El de antes de la peatonalización era un Oviedo más gris, y el Antiguo, un lugar más desolado. Del fin de todo aquello se cumplen ahora 25 años. El lunes 2 de diciembre de 1991 quedaron cerradas a la circulación de automóviles las calles Oscura, Mon y Santa Ana, y también la plaza de la Catedral. Era el comienzo de la peatonalización de Oviedo, que se extendió imparablemente por la ciudad en los siguientes años, llegando hasta el eje comercial del centro, y que en sus inicios no estuvo exenta de críticas ciudadanas. La ciudad se plantea ahora una segunda peatonalización en torno al Campo San Francisco.

La peatonalización, de la que Oviedo fue pionera en España, no contó con el apoyo de Gabino de Lorenzo cuando fue aprobada por la Corporación socialista que presidía Antonio Masip. Sin embargo, cuando el PP ganó las elecciones y él ocupó la Alcaldía, la ajustó a su visión de la ciudad, la defendió ardientemente y la paseó por todo el país como una bandera de la modernidad de la capital asturiana.

El arquitecto Javier Calzadilla recuerda el Antiguo sin peatonalizar y lo describe como "una zona gris y triste: coches circulando por calles estrechas, en las que había que apartarse constantemente; la calle Cimadevilla sin las terrazas, la plaza de la Catedral y el Fontán sin gente paseando los domingos". Parecida es la imagen que se le viene a la cabeza a la cronista oficial de Oviedo, Carmen Ruiz-Tilve: "Recuerdo una ciudad achuchada por los coches. La modernidad era el coche, y si los metías hasta la Cámara Santa, mejor. Los comerciantes tenían miedo a perder la clientela y su modo de vida, y el resto quería tener el coche debajo de la cama".

En 1987, el PSOE había presentado en su programa electoral una ambiciosa actuación para peatonalizar todo el conjunto monumental de la ciudad. El plan fue aprobado el 22 de octubre de 1990 con la abstención del PP, que consideraba que debía ponerse en marcha paulatinamente, en fases, y así fue cómo finalmente se hizo de la mano de Gabino de Lorenzo.

El 1 de diciembre de 1991 fue el último día en que los coches transitaron por el corazón del Antiguo. Al siguiente, la circulación quedó cerrada en el eje trazado por las calle Oscura, Mon y Santa Ana y las calles que desembocaban o partían de él, que eran un tramo del Postigo Alto, la salida de la plaza de Trascorrales por la travesía Adolfo Álvarez Folgueras; Máximo y Fromestano y su continuación por San Isidoro y Ecce Homo y el último tramo de la calle Eusebio González Abascal. Y, por supuesto, la plaza de la Catedral.

Hasta que se prohibió a los coches entrar en el casco antiguo, por las inmediaciones de la Catedral y de San Tirso circulaban a diario siete mil vehículos. Hoy parece descabellado, pero por aquel entonces los vecinos manifestaban abiertamente su malestar por una medida que, según auguraban, iba a vaciar las calles del Antiguo y, en consecuencia, propiciaría un incremento de la inseguridad ciudadana. Los comerciantes temían por sus ventas, temiéndose que ya nadie se acercaría hasta sus tiendas caminando, y pedían aparcamientos en las proximidades.

No fue el caso de Carmen Ruiz-Tilve, quien asegura que siempre estuvo "muy contenta de que aquello se hiciera. Fue algo modélico, porque los coches están bien, pero deben tener límites para que no acosen a los ciudadanos, y la ciudad debe estar despejada".

Aquella primera fase de la peatonalización dejó circulando por el Antiguo a 187 vehículos: 16 de comerciantes con negocios en la zona y el resto de vecinos. Se reguló la carga y descarga y se cambió el sentido de la circulación en algunas calles para adaptarlas a la nueva ordenación viaria.

Javier Calzadilla sostiene que la peatonalización fue "un acierto" y que hay que reconocer el mérito a quienes tuvieron aquella iniciativa. Cuenta que, ya con Masip como Alcalde, se prohibió el paso a los coches en la calle Pelayo, una decisión que "causó sorpresa y cierta oposición: parecía imposible". Los hechos demostrarían luego que no lo era. "Los cascos históricos de las ciudades son recintos que no están diseñados para el coche. Se suprimió el coche y no paso nada. Se fueron dando pasos adelante en ese sentido, que ahora continúan con el Campo San Francisco", comenta el arquitecto. Aún hay algo por hacer: "Quedó pendiente comunicar aquel espacio, el Antiguo, con el resto de los espacios de recreo de la ciudad. El casco antiguo quedó como aislado".

El 2 de diciembre de 1991 fue un día de confusión y descoordinación. Los agentes de la Policía Local no habían recibido instrucciones precisas sobre cómo actuar, y las nuevas señales de tráfico aún no habían acabado de colocarse al mediodía. Todo aquel caos fue poco a poco atemperándose y mejorando en las jornadas siguientes. Y así día a día. El Antiguo es hoy difícil de imaginar con un formato distinto a un espacio destinado al caminante.

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