El ascenso por la torre de la Catedral es una de las actividades más solicitadas de la programación cultural que el Cabildo empezó a ofrecer el año pasado. Por eso, en esta segunda temporada se ampliaron las visitas, ofreciendo un total de 150 plazas -15 en cada turno en 10 turnos-. Y aún así no ha sido suficiente: quedan en lista de espera 70 personas.

Manuel Fernández es el aparejador que colabora habitualmente con los dos maestros de obra de la Catedral de Oviedo, los arquitectos Jorge Hevia y Cosme Cuenca, y el guía de las visitas a la torre gótica durante el mes de diciembre. Es el segundo año que se ocupa de este cometido, cuya mayor satisfacción para él proviene de las historias personales que le confían muchas de las personas que participan en los itinerarios hacia lo alto del templo. "La mayoría viene por motivos sentimentales", comentaba ayer, al acabar la actividad.

Una de las participantes en las visitas de ayer era hija de un operario que trabajaba con el yeso en la torre; otro recordó una historia de su infancia: la de un albañil que se subía a lo alto de la estructura y que, para atracción de los viandantes, hacía el pino sobre la cruz que la remata, probablemente como parte de una promesa o en agradecimiento por alguna gracia recibida.

Manuel Fernández cuenta que, entre los asiduos a las visitas a la torre, está un niño, al que ya trata con cierta familiaridad.