Desde su llegada a Oviedo en la primera mitad del siglo VIII el Arca Santa no ha salido de Oviedo más que en una ocasión y fue para viajar a la Exposición Internacional de Barcelona de 1929. El Cabildo guarda con celo de ese gran relicario dentro del que, según cuentan los cronistas medievales, atravesaron mares y continentes algunos de los objetos que sustentaron la fe cristiana en Europa, entre los que está el sudario que, según la tradición, cubrió el rostro de Jesús tras su martirio. Una de las condiciones que el Cabildo ha puesto a los técnicos del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural de España (IPCE) que acometerán su restauración en los próximos meses es que el Arca no salga nunca de la Catedral y lo menos posible de la Cámara Santa.

Antes de llegar a Oviedo el Arca Santa tuvo una historia más que azarosa. De ella se cuenta que llegó de Jerusalén y que contenía las reliquias de Jesús y de María, junto a las de otros muchos santos. En el 614 los cristianos de Palestina, previendo el avance de las tropas persas del rey Cosroes II sobre Jerusalén, guardaron en un arcón de madera algunos de los objetos más valiosos que veneraban -de Jesús, de la Virgen y de los Apóstoles- y salieron huyendo hacia Egipto.

El presbítero Filipo fue quien se encargó de ponerla a salvo e hizo llegar el arcón a Alejandría. Desde allí, y siempre huyendo de los persas, el arcón siguió avanzando por el Mediterráneo, deteniéndose varias veces en el norte de África, hasta acabar en la península Ibérica, donde entró por la actual Cartagena. En el año 636 el Arca Santa estaba en Sevilla.

En el 705, los árabes conquistan Tánger y el Arca Santa, esgrimido ante el pueblo y los adversarios como un símbolo de poder espiritual pero también político, viaja hacia el Norte, hasta Toledo. Lo hace de la mano de San Isidoro, primero obispo de Sevilla y luego de Toledo. Ya no se trataba del Arca original de cedro, sino de una nueva de roble.

Desde allí llega luego al Monsacro, en el año 711, donde es escondida en la cueva de Santo Toribio. Los monarcas cristianos, entre tanto, siguen forjando su reino con la espada y la fe. Fruela funda Oviedo y Alfonso II manda construir la Cámara Santa para custodiar en ella el tesoro del Monsacro. Hacía finales del siglo VIII el Arca ya estaba a salvo en su interior.

Estrategia política

La apertura del Arca Santa está registrada el 13 de marzo de 1075, pero las reliquias de San Salvador ya se veneraban en Oviedo hacía más de un siglo. El resplandor cegador que escapa del Arca Santa e impide acceder a su contenido, que es lo que refiere la crónica que describe ese momento, es más bien un recurso literario que alimentó la credulidad y la religiosidad popular en el medievo y que Alfonso VI, en entonces monarca, utilizó como estrategia de propaganda política.

Fue ese acto el que dinamizó la ruta de peregrinación hacia Oviedo, que alcanzó su auge durante los siglos XII y XIII, y decayó en el XVI, cuando con la reforma protestante se comienzan a cuestionar las expresiones de religiosidad popular.