Pamela Palenciano tenía trece años, vivía en Andújar (Jaén), le gustaba el break dance, pasar tiempo con sus amigas y estudiar inglés. Hasta que conoció a Antonio. Ni amigas, ni break ni inglés. Su novio estuvo a punto de matarla. Dos veces. Dejó el pueblo, empezó otra vida y acabó en terapia cuando todo el maltrato sufrido volvió a su cabeza en forma de crisis aguda. Desde entonces, ha convertido su experiencia en proyecto artístico, taller y, finalmente, en monólogo. "No sólo duelen los golpes", es una pieza que nació cuando vivía en El Salvador y que ahora, en España, cumple una doble o triple función. La ha llevado a los espacios escénicos convencionales, la interpreta en institutos de toda España para agitar y reventar la conciencia de los chavales y las chavalas, y la representa también, como ayer, ante un público más crecido, universitarios de la facultad de Ciencias de la Educación en este caso, para los que ensancha su discurso con las reflexiones de lo que le sucede en las aulas cuando cuenta su historia, un relato para desenmascarar al patriarcado hegemónico en el que carga también contra las políticas institucionales que tratan de combatir el maltrato.

Pamela Palenciano ofrece un punto de vista políticamente incorrecto. Se viste con las ropas anchas del rapero malote y habla con el mismo lenguaje de los pandilleros que en el Salvador le decían que el tiro bajo en los pantalones les servía para cagarse encima y seguir caminando como si no hubiera pasado nada. Porque ellos no tienen miedo. "¿Habéis visto algún chaval que vuelva por la noche a casa y al ver un grupo de chicas cambie de acera o trate de pasar corriendo?". Pamela jalea al público. Explica al principio que va a incomodar. Que no es bonito lo que va a contar. Y se guarda una caja de lexatines en el bolsillo por si le flaquean las fuerzas en algún momento. Durante todo el monólogo, Pamela Palenciano pasa constantemente del papel de la víctima al papel del maltratador. Exagera los papeles de la chica y del chico. Y prueba, en el aula que sólo con lenguaje gestual y una voz impostada es capaz de intimidarlas a ellas y compadrear con ellos.

El monólogo se basa en "la desigualdad", que no es lo mismo que "ser diferentes". En "el patriarcado y su boda con el capitalismo". En el mito de una sociedad que no quiere reconocerse machista y en la que, sin embargo, ella ve algo incluso peor a lo que sucede en otras partes. "Hablan del hiyab, pero en esta península histérica nuestro burka es invisible".

Cuando cuenta el maltrato que sufrió, no se recrea en los golpes. Al revés, va detallando las partes más silenciosas y escondidas del acoso y derribo que sufrió. El "silencio asesino" de Antonio cuando después de una discusión le tiene una hora en el parque sin dirigirle la palabra, sólo golpeando en el suelo. La forma en la que le echaba la culpa hasta de que lloviera. El día en que se puso esa falda que le había regalado y él la recibió con un "¿por qué te has vestido como una guarra?" y ella corrió a cambiarse. El círculo, en resumen, en el que ella cayó y le llevaba a acabar sintiéndose mal por haberle puesto al límite, por haberle gritado, en un carrusel de maltrato infinito en el que ella acababa temblando.

El maltrato tiene muchas caras y Pamela Palenciano trata de desenmascararlos a todos. Por eso tira de iconografía popular y se pasea por las princesas de los cuentos, de Blancanieves a Rapunzel, para denunciar que "nos han vendido un modelo de amor que es entender, comprender, perdonar, esperar... ¿Por qué?". Niega Palenciano estos modelos y denuncia que están presentes en todas partes, también en las relaciones homosexuales, bisexuales o en el poliamor. Y también aterriza en los cuentos de princesas contemporáneos y carga contra historias como la de "Crepúsculo". "Vampiros pederastas", decía ayer, "¿o cómo se llama un tipo de 117 años que se quiere liar con una de 17?".

Pamela Palenciano fue muy dura contra formas más sutiles de maltrato, como la de ese hombre que dice "tu madre es tonta", delante de los niños. "Hay familias en las que la violencia no se percibe porque es constante". Por eso Pamela Palenciano encabeza una cruzada para que los maltratadores no puedan quedarse con los niños. Lo denuncia tan alto y tan claro que, avisa, le están llegando las amenazas y el acoso de plataformas como "SOS Papá". "Son esos que dicen que las denuncias son falsas, que ellos son los que sufren maltrato, vienen a mis charlas, me amenazan, también los hay en Asturias". Al final de su monólogo, Palenciano admitió que no esperaba sufrir tanto acoso en España y que está pasando un mal momento. Y negó, de paso, que la hegemonía del patriarcado sea una cuestión de derechas. "Están en la izquierda, entre los antifascistas, en los grupos anarquistas, me los he encontrado por todas partes".