La Navidad en el convento benedictino de San Pelayo de Oviedo ofrece un antes y un después impresionante. El canto de la calenda, primero, una tradición medieval que pocos monasterios conservan, y las voces de las Pelayas acompañando, después, a las doce de la noche, la misa de gallo, congregaron en la tarde noche del sábado a unas 140 personas que siguieron con emoción y recogimiento la oración.

La calenda, como cada año, canta y cuenta que Jesús nace en Belén de Judea, hace ahora 2016 años. Y el texto se entretiene, con detalle "precioso", expone la abadesa, Rosario del Camino, "en situar el nacimiento de Jesús después de todos los acontecimientos de la historia de Israel". Habla de Abraham, Moisés, David, pero también sitúa la acción respecto a Roma y Grecia, con una "mirada universal, abierta".

Tampoco fue reducido el número de personas que se acercó al monasterio a las siete de la tarde a deleitarse con el gregoriano de las Pelayas. "Es impresionante", confiesa la abadesa, "toda esa gente que acude a compartir ese momento de oración con la comunidad, y que lo han incorporado a su vivencia de la Navidad, antes de reunirse con sus familias, como si la calenda fuera el pórtico de su Navidad".

Este año, además, las Pelayas añadieron a sus voces y al órgano la intervención de la cítara. "Pensamos que era bueno incorporar este instrumento, que comunica mucha paz y es más sencillo y humilde". Rosario del Camino explica que sus 120 cuerdas, cada una con su propio sonido, logran un conjunto muy armonioso al sonar juntas, y ve ahí "una metáfora de nuestras vidas, cada una con su acento, pero juntas podemos conseguir algo bonito para todos".

Tras la calenda, las Pelayas volvieron a sus cantos a las once de la noche para desembocar, a partir de medianoche, en la misa de gallo, seguida también por numeroso público en la iglesia de San Pelayo.