Marta López y Carmen Vigil -oncóloga especializada en radioterapia y médico nuclear respectivamente- no pueden evitar sonreír al presentar la última incorporación científica del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA): la técnica "más precisa" y puntera para detectar tumores cerebrales. Más allá de explicaciones médicas y complicadas nomenclaturas, la importancia de este sistema diagnóstico radica en que mejora notablemente la localización de células cancerígenas y por tanto el tratamiento posterior. Por eso, Marta y Carmen sonríen. Su alegría es la misma que tiene el equipo multidisciplinar del hospital; desde los médicos, hasta los técnicos y enfermeros. Ese es el entusiasmo y la esperanza que quieren transmitir a los pacientes que sufren tumores cerebrales de alto grado.

La técnica consiste en aplicar un nuevo radiofármaco durante el estudio de imágenes craneales. Es decir, cuando el enfermo se está sometiendo a un PET (Tomografía por Emisión de Positrones). El compuesto ilumina las áreas del cerebro afectadas por células cancerígenas delimitando con gran exactitud el tumor con respecto al tejido cerebral sano y mejorando notablemente el resultado obtenido hasta el momento en el HUCA por medio de resonancias. "No es una simple foto anatómica, sino una imagen funcional porque permite ver la función celular en ese momento", comenta Carmen Vigil.

El radiofármaco se llama 18F-DOPA y en síntesis de trata de una molécula de producción limitada y vida efímera que se fabrica químicamente en Madrid, entre otros centros, y hasta la fecha sólo se distribuía a hospitales de la capital española, Andalucía o Navarra. Para su utilización no ha sido necesario adquirir o actualizar los equipos del HUCA porque el PET ovetense -estrenado durante el traslado sanitario al complejo de La Cadellada- está preparado para el empleo de esta técnica, aunque el personal sí ha recibido formación específica.

Unos cincuenta o sesenta pacientes se someterán anualmente a este método de diagnóstico en Oviedo. Según Marta López, serán personas con tumores cerebrales de alto grado -que no es lo mismo que tumores difusos o no operables- y pacientes que deben someterse a radioterapia por segunda vez. La oncóloga lo explica a través del ejemplo de la única persona que por el momento ha recibido la molécula 18F-DOPA en el HUCA; una mujer. "Había recibido radioterapia hacía doce años por un tumor cerebral y ahora ha recaído. Tiene que volverse a operar, pero quedará un resto, así que la nueva técnica nos ha mostrado el límite entre la parte sana o funcional y la afectada". Una vez localizadas las células cancerígenas, el equipo médico planifica al milímetro el tratamiento posterior con radiación. "Al tratarse de una segunda radiación el nivel de toxicidad aumenta porque se suma al que ya había recibido, de forma que es muy importante que la apliquemos únicamente donde sea necesario", matiza la médico.

Así, la nueva técnica de diagnóstico contribuye a lograr un tratamiento más seguro, eficaz y con menos efectos secundarios. Y es que las secuelas de recibir radioterapia aparecen a corto y largo plazo. Las primeras y más comunes son las cefaleas y las crisis epilépticas, que pueden aparecer al mes de recibir la radiación y se mantienen a raya con fármacos. Las segundas pueden presentarse a los tres, cuatro e incluso diez años e incluyen desde accidentes cardiovasculares a demencia. Estos efectos secundarios no se pueden prevenir, pero sí controlar y aminorar. De ahí que un diagnóstico preciso como el logrado con la combinación entre la molécula 18F-DOPA y el PET sea fundamental para aplicar la menor radiación posible al paciente.

El HUCA pedirá el radiofármaco sólo cuando sea necesario, o lo que es lo mismo, cada vez que tenga un paciente con un tumor cerebral de alto grado. La explicación radica en que la molécula tiene una vida corta. Como desaparece con el tiempo igual que sucede con la radioactividad, no sería rentable almacenarla.

Los servicios de oncología radioterápica y de medicina nuclear se han coordinado para aplicar la nueva técnica. Por eso Marta López y Carmen Vigil sonríen. Es el comienzo de una nueva etapa en el hospital asturiano.