El Grano de Oro, el popular establecimiento hostelero de la zona de la Gesta, cumple estas semanas cincuenta años gozando de buena salud gastronómica y también de parroquianos. Son muchos y además fieles, que se refieren al establecimiento sólo como "el Grano". Esta pequeña diferencia semántica es la que distingue a los clientes de toda la vida de los que son nuevos en la plaza. Otra cosa importante. La dichosa crisis económica parece que no le afectó demasiado al Grano.

Por cierto, no hay un solo cliente que no se pregunte el porqué de este nombre tan singular. La respuesta la da su actual propietario, Joaquín Álvarez, al que todo el mundo conoce por Quino.

"El fundador fue un emigrante asturiano que retornó a Oviedo desde Venezuela y que construyó todo el edificio, y a la entonces cafetería decidió ponerle el mismo nombre que el del aeropuerto de Maracaibo; la causa concreta no lo sé", comentó Quino.

Ésta es la historia del Grano de Oro, que hace unas semanas cumplió sus bodas de eso, de oro. En el año 1973, al finalizar el servicio militar, Quino decidió dar un cambio de rumbo a su vida. Dejó su profesión de representante de distintos productos para desembarcar en la hostelería.

Y ni corto ni perezoso lo hizo por la puerta grande. "Me enteré que traspasaban este local que estaba abierto desde diciembre de 1966, y la zona me gustaba mucho, con lo cual no lo pensé más". Era la cuarta persona que pasaba por la que entonces era cafetería y chocolatería, con grandes sofás de escay. Los anteriores inquilinos, por diversas causas, habían aguantado poco tiempo.

"Pero yo, a fuerza de mucho trabajo, logré sacar el negocio adelante. Al principio paraban muchos estudiantes y nos cansábamos de venderles pinchos y cafés. Por las tardes jugaban al parchís, a los dados, y otros echaban la partida". Una clientela que desapareció en gran parte tras el traslado de las facultades al Cristo, pero que tuvieron dignos sucesores, eso sí, ya algo mayores en su gran parte.

Ahora algunos de aquellos jóvenes se convirtieron con el paso del tiempo en parroquianos que acuden puntualmente al Grano de Oro, bien a tomar un vino con un grupo de amigos o por la tarde a echar la partida; entre ellos algunos rectores, como el fallecido Julio Rodríguez, y otros que continúan frecuentándolo como Juan Vázquez o Vicente Gotor; y también catedráticos y profesores de la Universidad, como Barluenga, que trajo al establecimiento a muchos de sus amigos y colaboradores.

También están los grupos que se reúnen periódicamente para cenar y otros, medio centenar, que compran la lotería todas las semanas. "Estoy orgulloso de la fidelidad de los clientes, que en la mayoría de los casos puedo decir con orgullo que son también amigos", comentó satisfecho Quino. Eso sí, el hosteleros también dice que está orgulloso por ofrecer sólo productos de calidad, como la de la carne que procede de la ganadería que tiene en San Claudio. Calidad en primer lugar, y haber sabido adaptarse "a los gustos de los clientes", los secretos para que el Grano ya sea de Oro.