"Espero que este incidente no empañe la buena fama de la hostelería y la gastronomía de Las Regueras, que está muy bien asentada y muy justificada". Así se pronunció ayer la alcaldesa reguerana, Maribel Méndez Ramos, en relación al escándalo surgido en la cena de la pasada Nochevieja de una parrilla de El Escamplero, en la que las quejas de los clientes hicieron que llegara a intervenir la Guardia Civil.

Según la versión de algunos usuarios, 140 de los 340 comensales se quedaron sin las uvas para celebrar la llegada de 2017. En las redes sociales y mediante otros cauces, una parte de los clientes han dibujado un panorama según el cual muchos de ellos se quedaron casi sin comer, apenas había luz, la calefacción no funcionaba, se organizó una tangana en la cocina, los responsables de la parrilla estuvieron desaparecidos parte de la noche... Los gestores del negocio replican que "cumplimos en todo momento con el menú, excepto con la tarta de frixuelos y las uvas". El pack completo, que incluía sopas de ajo, chocolate con churros y orquesta, costaba 35 euros.

"Hay opiniones de todos los tipos. Lo que tengo muy claro es que este hecho no tiene por qué afectar a las costumbres y a la buena gastronomía de Las Regueras", reiteró la Alcaldesa. Maribel Méndez reconoce que le han llegado versiones de todos los colores. "Entiendo que esta historia está tomando unas dimensiones excesivas", señala.

Ayer, este periódico recabó la versión de una cliente que, ya más en frío, hizo un relato pormenorizado de lo sucedido en la polémica cena de fin de año. "Fue un despropósito total. Los responsables de la parrilla cuentan su verdad, pero ésa no es la realidad. No sé quién se habrá comido las paletillas de lechal, porque en algunas mesas no llegaron ni a servirlas. No digo que los gestores no hayan hecho un cierto gasto en ingredientes, pero lo que está claro es que no tenían la organización que requiere un evento de este calibre", señala la mujer.

"Sabíamos que por 35 euros no iban a ponernos pescado fresco. No pedíamos una nota de ocho sobre diez, pero un aprobadillo sí, porque el precio lo pusieron ellos. Si era su primer evento de esta categoría, deberían haber sido prudentes y no pretender abarcar tanto", agrega la mujer. A su juicio, "nueve camareros para 340 personas se aleja mucho de la ratio necesaria. Una niña de 15 años estuvo esperando hasta las doce de la noche por unos escalopines y una coca-cola, y los escalopines venían sin patatas ni nada. El pescado que se sirvió a algunas personas estaba congelado".

Según esta clienta, "el local estaba medio a oscuras: muchos cenamos con el abrigo puesto, todo el mundo pasaba frío. La pérdida no ha ido más allá, pero me molesta que los comensales quedemos como gorrones cuando lo que hubo es un fallo de gestión del restaurante".