"Estas son mis últimas pinceladas, la parte final de mi obra, que ya está cerrada. Ya no pinto más: no puedo". Así define Julio Magdalena las obras que componen la exposición monográfica que le dedica la Sala de Exposiciones BBVA de Oviedo. Una muestra que recorre los últimos años de actividad del artista y su evolución final hacia la abstracción.

Natural de Villamayor (Piloña), donde nació en 1926, Julio Magdalena mostró desde sus orígenes inclinación por una pintura costumbrista de aliento clásico y enraizada en una tradición regional encarnada por Evaristo Valle y Nicanor Piñole. El pintor piloñés reconoce su influencia, aunque incide en su carácter autodidacta. "Yo no aprendí de nadie, todo salió de mí", asegura.

Esto no impidió que ya en la década de 1950, gracias a su talento como pintor, pudiera comenzar a ganarse la vida con su arte. Tanto es así que, durante la segunda mitad del siglo XX, Magdalena fue un pintor reconocido y muy activo, participando en más de medio centenar de exposiciones, tanto individuales como colectivas, por todo el territorio nacional.

Su dilatada trayectoria llegó a un punto crucial en los años finales del siglo pasado, cuando el pintor inició su evolución hacia la pintura abstracta, una veta que exploró hasta que un ictus le obligó a dejar los pinceles, y que había permanecido inédita hasta su recuperación para la muestra que se expone en la Sala BBVA.

Para la muestra, se han seleccionado 35 obras de los últimos años de la etapa del pintor. Unas pinturas que recogen esa evolución hacia la abstracción, pero también muestras señeras de sus vigorosas mascaradas y de sus reconocibles paisajes. De hecho, a partir de esta triple temática casi se puede ir parcelando su evolución, con los paisajes representando su vertiente más realista, las mascaradas remarcando el proceso evolutivo y un conjunto adicional de obras ya plenamente abstractas: la serie "Paisajes oníricos".

Esta serie, formada por dieciséis pinturas, es la que centra esa fase final abstracta, en la que además el pintor trabajaba ya mayormente con pintura acrílica. "Yo empecé pintando acuarelas, luego pasé al óleo y acabé en el acrílico, que era una técnica que a mí, por mi manera de pintar, me venía muy bien. Porque yo era muy rápido, que es algo clave para poder pintar en acrílico", explica Magdalena.

En los "Paisajes oníricos" se aprecia además una profundización gradual hacia el abstracto, siendo perceptibles algunos objetos en sus primeros estadios, para posteriormente abrazar con plenitud esa vertiente. Mas esos paisajes soñados, esos escenarios oníricos, conservan la esencia del arte de Magdalena, especialmente su cromatismo poderoso y singular.

Pero quizás son sus mascaradas las que mejor reflejen esa evolución, que parte de un costumbrismo muy influenciado por Valle para ir progresivamente adquiriendo ribetes cubistas y, en su estadio final, esbozar ya la abstracción que eclosiona en los "Paisajes oníricos".

Toda esta evolución cobra sentido merced la muestra de la Sala BBVA, que permite reencontrarse con un pintor ausente de las galerías por quince años, y al tiempo descubrir los últimos senderos que recorrieron sus pinceles. La exposición monográfica de Julio Magdalena permanecerá en la Sala de Exposiciones BBVA (c/San Francisco, 2), hasta el 27 de enero. Se puede visitar de lunes a sábado, de 18.00 a 21.00 horas, y los domingos de 12.00 a 14.00 horas.