Sor Julia Santamaría Bueno, hija de la Caridad y toda una institución académica en Oviedo, donde impartió su magisterio en el colegio de la Milagrosa desde 1945, falleció el pasado miércoles a punto de cumplir los 97 años. Mañana la misa de doce en la basílica de San Juan el Real será aplicada por su eterno descanso.

Había nacido en la localidad zamorana de El Perdigón, donde muy pronto sintió la llamada de Dios, lo que la llevó siendo muy joven a Madrid para hacer el noviciado en las Hijas de la Caridad. En los últimos años su salud se empezó a resentir, "pero continuaba teniendo la cabeza de siempre", apuntaba una exalumna de la Milagrosa, Montserrat Sallés, que la veía frecuentemente caminando con dificultad por el centro de Oviedo, acompañada siempre de otra antigua alumna del colegio, Brígida Pedregal, que atiende también a otras religiosas del colegio de avanzada edad.

Exigente en los estudios, pero muy cercana en el trato personal. Así era sor Julia y así la recuerdan sus exalumnos y también otra hija de la Caridad, sor Dolores, con la que compartió una gran parte de los setenta y cinco años que pasó en Oviedo, ciudad a la que llegó en el año 1941 y donde cuatro años después profesó, hasta su muerte, como hija de la Caridad.

Sus alumnos tenían fama de arrasar en el examen de ingreso para iniciar el Bachillerato. Cuando llegó a la Milagrosa, entonces en la calle Gil de Jaz, comenzó dando clase a los alumnos de Infantil para después hacerlo a los futuros bachilleres. Más tarde siguió con las niñas.

Cuando dejó de impartir la enseñanza al cumplir los 70 años, y como no podía estar sin hacer nada por su carácter activo, paso a encargarse de organizar la entrada y salida de los alumnos del centro y de que subieran a los autobuses.

Sor Dolores recordaba también ayer a este periódico que sor Julia "era una profesora muy exigente porque le gustaba que sus alumnos fueran muy bien preparados para hacer el examen de ingreso". Y los que se distraían un poco durante la semana acudían a unas clases de refuerzo que impartía los sábados y los domingos. "Los padres lo aceptaban con toda normalidad porque sabían quién mandaba en el colegio. Entonces la unión que tenían los padres con el colegio era muy grande", señala sor Dolores.

En una entrevista publicada en LA NUEVA ESPAÑA con motivo de su 90.º cumpleaños, daba el secreto de su longevidad: "Para llegar bien a viejo hay que levantarse pronto, trabajar y usar sólo agua y jabón", comentaba durante la conversación.

Genio y figura, así era la querida y respetada sor Julia.