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Lección de arquitectura en la Catedral

Jorge Hevia, que supervisa desde hace décadas las obras del templo, explica cómo Gil de Hontañón elevó su estructura insertando un espacio octogonal

Una pareja fotografía las gárgolas de la planta renacentista asomada a un ventana.

El maestro de obras de la Catedral, Jorge Hevia Blanco, mostró ayer, en la visita que guió a la torre de la Catedral, cómo Rodrigo Gil de Hontañón transformó, allá por el siglo XVI, el cuerpo cuadrangular de las dos primeras plantas en un espacio octogonal, rematado por la flecha gótica que corona el edificio. Lo hizo, explicó, utilizando un sistema de pechinas, unos triángulos curvados que por su forma recuerdan a una concha y que facilitan ese tránsito. Fue una de las lecciones de arquitectura que Hevia, coautor junto a Cosme Cuenca del plan director de obras de la Catedral de Oviedo, dio durante el ascenso a la torre, en la primera visita guiada por él dentro del programa anual de actividades de la basílica.

A las cuatro, en la primera de las dos visitas programadas para la tarde de ayer, Jorge Hevia avanzó deteniéndose en el cuerpo de contrapesas, luego en el de campanas y finalmente en la planta renancentista.

Antes de emprender la subida, Hevia advirtió de que los 183 peldaños que quedaban por delante debían afrontarse con precaución. El paso es estrecho y la altura también puede impresionar. De hecho, una de las participantes en el ascenso prefirió dar la vuelta a mitad de camino.

A lo largo de los 69 metros de la torre, el arquitecto fue haciendo paradas y reparando en los elementos más singulares. En el cuerpo de contrapesas del reloj barroco de Ramón Durán señaló los moldes que Luis Menéndez-Pidal realizó en la restauración de la postguerra, que se conservan apilados en estanterías en ese recinto.

Allí mismo, señalando hacia el techo, puso de manifiesto la decoración de falsos sillares que apareció en una restauración relativamente reciente.

Siguiendo la remontada, Jorge Hevia llegó al piso bajo del campanario, donde está la Wamba, la campana más antigua en activo de España, fundida en 1219. El arquitecto contó que fue trasladada allí desde la torre románica, que se ve enfrente, y donde tañó hasta el siglo XVI. Con la Wamba hay otras seis campanas, las más antiguas la Santa Cruz y el Esquilón, de los siglos XVI y XVII respectivamente.

En las paredes de esa planta hay un "grafiti" que ha intrigado a Jorge Hevia durante algún tiempo, hasta que ha conseguido desentrañar su origen y su significado. Deja constancia de "la búsqueda de nodriza para su majestad" y está firmado por L. Vermell. El arquitecto asturiano ha investigado hasta llegar a la conclusión de que se trata de un pintor catalán, con una azarosa trayectoria profesional, que empezó de cantero y llegó a hacer incursiones en la fotografía.

La inscripción que Vermell dejó en los muros de la Catedral es de 1865 y ese mismo año dejó su firma también en el santuario de Covadonga, donde trabajó en la restauración de los claustros y los sepulcros medievales.

Dejando atrás las huellas de Vermell, Jorge Hevia guió al primer grupo de visitantes de la tarde hacia la cima de la Catedral. En la última planta contemplaron el interior de la flecha y allí el arquitecto contó cómo durante muchos años un paraguas metálico invertido contenía la caída del agua de lluvia y servía de difusor de la luz que emitían unos reflectores. También animó a dar un golpe seco en las columnas que dividen los ventanales para comprobar que no son una mera pieza decorativa sino un elemento de soporte, sobre el que descansa buena parte de la estructura.

La planta renacentista de Gil de Hontañón, explicó Hevia, tenía la finalidad de alejar las campanas de la flecha, además de elevar la altura del edificio, su autor incorporó cuatro curiosas gárgolas -entre ellas un descarado niño cagando- y es el mirador por excelencia de Oviedo.

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