"Isabel estaba siendo anulada y extorsionada económicamente por Jorge Portillo, pero como le quería y era muy orgullosa nunca iba a reconocer que estaba sometida". La declaración de un amigo íntimo de Isabel Márquez Uría, la mujer que murió golpeada con una mancuerna en noviembre de 2015 presuntamente a manos de su pareja sentimental, fue hoy la más clara y vehemente de la segunda sesión del juicio por este crimen. Un total de diez testigos declararon de diez a una y media de la mañana en la sección segunda de la Audiencia de Oviedo ante la jueza y el jurado popular. Además, el inculpado estuvo presente en la vista sentado junto a su abogada y con la mirada clavada en un punto fijo e indefinido en el horizonte. Habló el administrador del alquiler del piso de la calle Genaral Zuvillaga donde vivía la víctima, uno de sus amigos íntimos, el dueño del hotel ovetense donde Portillo se alojó dos días después del crimen, una empleada de la oficina anexa al piso que compartía la pareja y seis miembros del Cuerpo Nacional de Policía (tres agentes, un inspector y dos subinspectores).

De las declaraciones se deprende que el carácter de Isabel Márquez Uría, de 65 años, cambió radicalmente desde que inició una relación amorosa con Jorge Portillo en 2011. "Dejó de salir con sus amistades y tampoco cogía el teléfono", explicó su amigo íntimo. Tras señalar que el presunto asesino tenía unas relaciones muy malas con el hijo de la víctima, el testigo señaló que "no la tenía en consideración" y la "despreciaba" y relató incidentes "extraños" como la decisión de la mujer de retirar la denuncia que interpuso inicialmente contra su pareja después de haber sacado 300 euros de su cuenta utilizando su tarjeta.

El pasado jueves el acusado reconoció el crimen, pero alegó que padecía problemas psiquiátricos que le habían llevado a ser internado en centros sanitarios y que el día de los hechos había bebido mucho alcohol por lo que su abogada reclamó que se le declare inimputable y que, por tanto, sea absuelto.

La defensa sostuvo que el procesado estaba "acorralado" por las deudas, que cometió el crimen por un "impulso irrefrenable" y que la intención de su defendido era evitar que la mujer sufriera tras comprobar que ya no tenían fondos.

La Fiscalía, que solicita una pena de 25 años por asesinato, rechazó que el acusado pudiera sentir un impuso irrefrenable, al entender que era consciente de todo lo que hacía y que la engañó para golpearla con la barra metálica por detrás.

Tanto la Fiscalía como las demás acusaciones (la del Estado, la particular del hijo de la víctima y la popular, por Abogadas para la Igualdad) apuntan en sus escritos que se trata de un asesinato con el agravante de parentesco y de género.

El juicio continuará mañana a partir de las 10 horas.