Impulsor del histórico Club Patín Cibeles, referente de las sociedades gastronómicas y fundador, junto con su hermano, de la boutique Álvarez, un exitoso negocio de sastrería instalado en La Jirafa. Una actividad profesional, cultural y deportiva incansable, y de gran magnitud. Y sin embargo, la personalidad y la calidad humana de Armando Álvarez barrió ayer de las conversaciones el resto de aspectos de su vida. Quienes acudieron a la basílica de San Juan el Real a arropar a su viuda, María Luisa Llavona, y al resto de su familia, se rindieron ante el familiar y el amigo. "Lo queríamos con locura y como prueba de ello aquí estamos todos", resumió Juan Alberto Fernández, presidente de los Amigos del Cibeles. Para demostrar su cariño, una vez más, hicieron con sus sticks un puente a la entrada de la iglesia bajo el que pasó el féretro de "una gran persona con una vida dedicada al hockey. Nadie puede decir otra cosa".

Todo lo contrario. La admiración del Club Patín Cibeles, que él mismo fundó y en el que fue portero, entrenador y presidente, quedó patente. Jubilado del deporte se puso al frente de la asociación Amigos del Cibeles hasta que pasó a ocupar la presidencia de honor. "A la par que presidente fue amigo de todos", resaltó Juan Alberto Fernández, quien destacó que incluso desde La Coruña se desplazaron ayer algunos antiguos miembros del antiguo equipo para presentar sus respetos.

"Es un disgusto enorme para el cibelismo", comentó entristecido por el fallecimiento. Un sentimiento que afectó también a multitud de sociedades gastronómicas. Armando Álvarez, ganador del premio Delfos en 2014, fue embajador de la Cofradía de Amigos de los Quesos y presidente vitalicio de La Corra, dedicada a las setas. Dejó huella en muchas más.

Organizaciones de promoción y disfrute de la sidra, el arroz con leche, los nabos, el oricio, la faba o el menú del Desarme se vistieron sus túnicas para el funeral. "Era una persona muy cariñosa y muy amable", destacó María Mercedes Suárez, de la Buena Cofradía de los Siceratores. "Colaboró en cuanto pudo hasta el final y como persona, todo lo que se pueda decir de él es poco", indicó

La misa la ofició Tirso Suárez, adscrito a San Juan el Real, quien también quiso rendirse ante la magnitud humana del sastre, hombre del hockey y amante de la gastronomía. "Hay que aprovechar la vida como lo hizo Armando, para dedicarse a los demás", dijo tras dar el pésame a "tantos amigos como ha dejado por sus múltiples actividades". Todos ellos admiraron la integridad de una persona "portadora de valores que compartimos todos los presentes". La dedicación, el esfuerzo, la pasión y un carácter que le llevó a recibir cariño y admiración desde todos los frentes en los que hizo gala de su entrañable personalidad.