"El hecho insólito de que unos vecinos -de economías medias y humildes- reúnan sus cuartos, en las porciones que les correspondieron, para urbanizar la calle en que viven no puede quedar simplemente limitado a la fórmula periodística de una curiosa noticia municipal. Porque su comportamiento revela un problema administrativo y legal de mucho fondo y mucha cuerda. Los vecinos de la calle Joaquina Bobela -como los de San Ignacio de Loyola y B-38, también en Pumarín- se han visto abocados a tomar esta decisión tras un sinfín de vueltas y revueltas en torno a la posibilidad inmediata de que el Ayuntamiento cargase con la obra, tras pasar a su propiedad la calle, que por ahora no pertenece a su jurisdicción”.