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La Edad de Oro del Bellas Artes

La ampliación de Patxi Mangado acumula premios internacionales, ha reactivado la programación cultural de la pinacoteca y atrae a ella a más visitantes que nunca

Las dos fachadas superpuestas del Museo a la plaza de la Catedral

La ampliación del Museo de Bellas Artes de Asturias, inaugurada en el año 2015, ha cambiado muchas cosas. No es sólo que la concreción del proyecto de Patxi Mangado acumule premios internacionales de arquitectura, incluida una nominación al Mies Van der Rohe; es que, además, ha dado visibilidad a la pinacoteca regional, ahora con entrada abierta a la plaza de la Catedral, y ha dado paso a la reordenación de las colecciones y un programa de actividades estables. Todo ello ha redundado en el número de visitas, con un récord de 90.000 en el último año.

"La ganancia de espacio del Museo ha servido de palanca y ha impulsado una serie de cambios: la reordenación de las colecciones y la puesta a punto y reapertura de los edificios históricos, el planteamiento de un programa de actividades sistematizado y consolidado en el tiempo -cine, música, visitas guiadas...-, la renovación de la página web y el uso de las nuevas tecnologías y la incorporación a proyectos europeos de investigación", explica Alfonso Palacio, director del Museo desde el año 2013.

La actuación del navarro Patxi Mangado en la pinacoteca asturiana ha sido reconocida como magistral por instituciones internacionales. El último premio que ha recibido ha sido el RIBA Award for International Excellence, en octubre del año pasado. Además, cuenta con el que otorga el Chicago Athenaeum y el Centro Europeo de Arquitectura, el XXIII Premio Asturias de Arquitectura, que otorga el Colegio de Arquitectos de nuestra comunidad autónoma, y una decena más de menciones y distinciones. El Museo ha sido reconocido como una obra de arte en sí mismo.

La ampliación ha sido un revulsivo para el Museo de Bellas Arte. No hay que dejarlo pasar y hay que ir pensando ya en la segunda fase del proyecto. El presidente del Principado, Javier Fernández, hizo alusión a ella en su discurso de investidura, sin concretar la fecha de ejecución. Está presupuestada en seis millones de euros -la primera tuvo un coste de veintiún millones- y mejorará la conexión entre los edificios históricos y permitirá utilizar los depósitos con la instalación de un montacargas.

La percepción del Museo de Bellas Artes de Asturias ha cambiado tras la ampliación. "Desde fuera, el ciudadano veía una serie de estructuras que no sabía descodificar. Ahora hay un diálogo desde el interior hacia el exterior, en el edificio se van superponiendo estratos de la memoria colectiva y personal de la ciudad", afirma su director, Alfonso Palacio. " Y la luz que se filtra por las ventanas y desde arriba da personalidad al proyecto, incorporando el atrio y un gran ventanal", añade.

El proyecto de Patxi Mangado mantiene la identidad y el carácter de cada uno de los edificios que conforman el conjunto museístico -el palacio de Velarde, la Casa de los Oviedo-Portal y la ampliación-, hasta propiciar el contraste, en una singular lección de arquitectura.

Ésos son algunos de los valores arquitectónicos de la reforma del Bellas Artes, que se alargó en el tiempo años y años, además de abrir el edificio al espacio más transitado por los ovetenses y los turistas. "La ampliación nos ha dado una visibilidad enorme y nos ha permitido asomarnos a la plaza de la Catedral, que es uno de los espacios de mayor espesor social y turístico de Oviedo", afirma Palacio. Para hacer más evidente la presencia del Museo, como curiosidad, la dirección ha encargado una banderola que en breve colgará de la fachada, de arriba a abajo.

La pinacoteca asturiana ha ampliado sus fondos recientemente, con la donación del empresario astur-mexicano Plácido Arango de 29 cuadros de su colección. "Son un regalo del cielo", según Alfonso Palacio.

"El Museo tiene un aval museográfico y científico", sostiene su director, y participa en proyectos europeos de investigación, como el Insidde o el Horizonte 2020-Arches. Este último ha movilizado a once instituciones, entre las que figuran el Thyssen-Bornemisza y el Victoria and Albert Museum de Londres, y trabaja en el desarrollo de entornos virtuales para su aplicación con personas con discapacidad sensorial.

Ésas son algunas de las luces del Museo asturiano, junto a su excepcional colección, pero también hay sombras. La principal, la falta de personal. En el Bellas Artes, que guarda unas 15.000 obras, no hay ni un conservador. El director cubre esa carencia a título personal y como mejor puede. Señala que museos como los de Bilbao, Valencia o Sevilla, de tamaño similar al de Asturias, tienen en plantilla entre dos y cuatro conservadores.

Además, la ampliación ha duplicado el espacio y las jubilaciones no se cubren: hacen falta trabajadores de sala.

De las 420 piezas expuestas se ha pasado a 800, y eso requiere personal que atienda al público, vigilantes y guías. El director del Bellas Artes confiesa que vive cada Noche Blanca -cuando una parte de las salas del Museo se abren hasta la madrugada y se reciben visitas masivas- con angustia, preocupado por evitar daños en las obras expuestas, y eso que la seguridad se duplica durante esas horas.

La dirección del Museo tiene puesta su vista ahora en la segunda fase de la ampliación. Ésa es la prioridad, junto al desarrollo y consolidación de su programación cultural. La primera actuación costó 21 millones de euros, la próxima se llevará solo seis. Permitirá, según Palacio, "mejorar la comunicación entre lo nuevo y lo antiguo, hacer operativos los depósitos con la instalación de un montacargas y habilitar un salón de actos".

"Lo que queremos es que nos visiten y que, a través del público, el Museo de Bellas Artes tenga una mayor capacidad de penetración social", explica su director. La pinacoteca, subraya, "tiene una función social primordial"; en su opinión, debe quedar al margen de los vaivenes políticos.

Para fortalecer el Bellas Artes, Alfonso Palacio se ha propuesto desarrollar una cuádruple estructura, cuyos pilares serán la conservación de los fondos -unas 15.000 obras, como se ha dicho-, la investigación, la educación y también la creación. De todas ellas depende, según su director, la vitalidad del Museo y su peso en la cultura de la región, más allá de ser un simple contenedor de obras.

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