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Cuando Modesta vio a Chanel

La costurera ovetense conoció a la legendaria Coco en - un desfile en París y fue amiga de Franco Moschino

Modesta Fernández.

Lo contaba sin darle demasiada importancia, a su manera, pero completamente fascinada. Una tarde Modesta Fernández asistía a un desfile de Chanel en París y allí mismo apareció "mademoiselle" Coco. Ni siquiera sus hijos y nietos saben lo que ambas reinas de la aguja llegaron a hablar. Es lo de menos.

La gran costurera, que -igual que hacían los mejores talleres españoles- compraba en Francia patrones de grandes firmas y los reproducía para sus clientas- quedó marcada con el porte de aquella mujer, un mito viviente que descomplicó la moda y la liberó de la atadura del corsé. Un flechazo similar lo tuvo la diseñadora, nacida en Ciaño (Langreo) y afincada en Oviedo desde muy pequeña, con el italiano Franco Moschino, el genio transgresor, fallecido en 1994, al que conoció en Milán cuando él trabajaba para Cadette. Moschino lanzó la primera colección con su nombre en 1983 y Modesta la trajo a su tienda de Oviedo, donde se daban cita Ungaro, Givenchy y muchos otros nombres del prêt-à-porter de los ochenta y noventa.

Largo, intenso, y lleno de aprendizaje fue el camino recorrido por una pionera de la moda, huérfana de padre desde niña, dotada de un buen gusto innato que cultivó con los años. En 1942 se casó con Basilio Nanclares, riojano de un pueblo cerca de Ollauri, al que la postguerra trajo a Oviedo con una actividad relacionada con el servicio de abastos. Modesta y Basilio tuvieron dos hijos, Mari Carmen, depositaria de su legado en la tienda y Fernando, conocido arquitecto, que la pasada semana fue abuelo del tercer biznieto que la matriarca de los Nanclares Fernández ya no pudo llegar a conocer. A sus hijos y nietos -Marta, María y Pablo- los educó en ese cosmopolitismo que iba con ella de forma discreta, sin ostentación. Le gustaban Dior y Balenciaga, pero también le encantaba explorar las pasarelas londinenses, en las que se cocinaba la vanguardia, como aún hoy ocurre. En España Modesta mantuvo una estrecha conexión con la industria textil catalana, a la que compraba tejidos para el taller de Cabo Noval, botones y toda clase de aditamentos para los vestidos de cóctel y de novia que lucían las damas de la alta sociedad ovetense, entre ellas Carmen Polo Valdés, la mujer de Franco.

A Fernando y a Mari Carmen les traía la ropa de París y de Milán. "Éramos niños demasiado bien vestidos", dice con cariño el arquitecto. Aquellos viajes en coche, en compañía de su marido o de amigas como Abundia, otro mito de la costura en la capital, eran casi peregrinaciones en busca de belleza y novedades que escaseaban en España. Modesta siempre tuvo un marcado temperamento artístico y un pelo impresionante. Marta, la nieta a la que adoraba, y que ahora lleva la tienda, cuenta que cuando su abuela ya había cumplido los sesenta llegó a la peluquería con una foto de Madonna: "quiero este color". Así era ella. Nada se le ponía por delante.

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