La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El eterno opositor incombustible

El estudiante que busca trabajo vive un calvario que consiste en llamar a muchas puertas y presentarse a todas las convocatorias

Opositores durante un examen.

Cuando uno deja de estudiar y lo único que quiere es trabajar, comienza un largo calvario que consiste en presentarse a todas las oposiciones que van surgiendo a través de anuncios o a partir de avisos de amigos que ya trabajan. Así empecé yo a los 16 años, picando de una puerta a otra.

Por lo que recuerdo, con cierto orden y desconcierto, visite a la condesa de San Pedro, viuda de Fernandez-Ladreda, para solicitarle un puesto en la delegación de Tabacalera de Oviedo, sin éxito lógicamente. Me presenté en la delegación de Nestlé, donde precisaban un auxiliar administrativo: portazo. Después hice un examen en las oficinas de los Hermanos Díaz Prieto, dueños de un garaje que comenzaba a explotar la delegación para Oviedo de Barreiro. Hice oposiciones para la nueva emisora de Radio Nacional de España; más tarde para el Banco Exterior de España; después para el Banco de Vizcaya y más tarde para el Herrero donde, contaré como anécdota, que me pidieron hasta la Fe de Bautismo y el aval de un comerciante que fuese cliente del banco. Con todo ese currículum de opositor, un antiguo compañero que iba a hacer la mili me ofreció su puesto en una agencia de viajes, cuyo dueño había sido compañero de mi hermano en Derecho. Allí tuve mi primer trabajo provisional durante seis meses. Al cabo de ese tiempo me llamaron de la delegación de Barreiros, bajo el nombre comercial de Autisa, en la calle General Elorza, donde estuve de auxiliar administrativo tres años y un mes.

Como anécdota, cuando llevaba menos de un mes en Autisa, me enviaron al Banco Herrero a realizar un estudio sobre los tractores Hanomag-Barreiros, vendidos en las provincias de León y Palencia. Como dicho estudio precisaba cierta confidencialidad me metieron en el despacho que había sido de don Julián Hidalgo, tío de los Hermanos Antonio y Enrique Hidalgo, ambos con altos puestos en el Banco. Don Julián hacia poco tiempo que había fallecido y su despacho gozaba de comodidades entre las que se encontraba una alfombra radiante eléctrica para que no enfriasen sus pies. Allí estuve trabajando con una hermosa máquina de escribir portátil alemana, cuyo nombre nunca supe. Acabada la tarea me incorporé a las oficinas de Barreiro en General Elorza.

Pasados los tres años mencionados hice nuevamente oposiciones para el nuevo Banco de Langreo. Me llamaron a los seis meses de su apertura, en abril de 1965. En 1974 paso a llamarse Banco de Asturias. Y ya en 1989 me pidieron que, en comisión de servicios, me trasladase a Madrid, donde me quedé hasta la prejubilación que llegó en 1999. Así acabó mi carrera profesional.

Compartir el artículo

stats