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Un paseo por las parroquias ovetenses / Cruces (y 3)

Un hito en la historia de España

Antiguo forno en Cruces. a. p.

Si bien la iglesia parroquial de San Esteban es citada en documentos del siglo X, la actual es de nueva fábrica. La placa en su entrada expresa: "Iglesia y cementerio parroquial de San Esteban de Las Cruces. Oviedo, 1992". Se trata de un templo con pórtico cerrado, espadaña de tres vanos, planta rectangular y cabecera cuadrada.

El lugar está cuajado de grandes viviendas unifamiliares y caserío tradicional, fundamentalmente a ambos lados de la carretera. En ruta, desde la altura, ya podemos observar el noble templo de Santa María de Bendones y, al otro lado, preciosa, la sierra del Aramo. Desde la sidrería El Torneru se disfruta una amplia vista.

Unos metros más allá está El Mesón, todo indica que aquí existió una posada para alivio de peregrinos y viajeros. Por allí avanza el camino a Valdemora, ya en la parroquia de Bendones.

De cuando en cuando, desde El Cruce, en adelante y hacia el occidente, surgen y se estiran estrechos caminos asfaltados con escaso tráfico, a propósito para patearlos, que nos llevan desde La Barraca al Lloxu, para salir al encuentro del que desde Novales, por Friera y La Premaña, van en pos de Morente.

Por ellos nos adentramos hacia Ferrerinos, en el concejo de Soto de Ribera, y hacia las parroquias de Perera, La Manjoya y Oviedo. El paisaje poco varía por estos dominios. Chalés unifamiliares de gran porte, algún caserío, buen ganado de carne suelto por los pastizales, caballerías y ovejas, manchas boscosas, pequeños invernaderos, silencio y paz con ladridos a nuestro paso tras las altas tapias. Para no variar, es difícil encontrar con quién charlar.

A propósito, por su importancia histórica, he dejado para el final la calzada que sale entremedias de aquellos, la que se dirige a Paderni. A primera vista tal parece que la aldea está empozada, y nada más lejos de la realidad. La magnífica panorámica que desde ella disfrutan es de las que permanecen grabadas en la retina.

Se ve la sierra del Aramo, los montes y tierras de Yernes y Tameza, buena parte del occidente asturiano y, como en tantas ocasiones, el inseparable penacho de humo manchando el cielo en Soto de Ribera, más una parte de Oviedo y Latores.

Menciono este último lugar porque al reflejo geográfico que existe entre Cruces y Latores hemos de añadir su resplandor en analogía. Si en Paderni nació uno de los personajes más importantes de la historia de Asturias, España y América, Alfonso de Quintanilla, preceptor de Enrique IV y siempre al servicio de la corona, en Latores vino al mundo el militar Sabino Fernández Campo, conde de Latores, que fue jefe y secretario general de la Casa del Rey.

En el núcleo principal del pueblo nos reciben unos niños dando patadas a un balón. Menos mal que todavía quedan reductos en los que no se han impuesto los móviles.

En la plaza, un hórreo precioso y un espacio libre que denota que allí existió otro granero. Efectivamente, tras llamar a una puerta tras la que se escuchaba la televisión nos abre Caridad. "¡Me pillan escogiendo lentejas!", exclama. Le decimos que vamos tras los pasos de Quintanilla y queremos saber algo sobre la finca El Palacio. No se hace de rogar a la hora de afirmar que Manolo, su marido, es el que sabe del tema.

Desde la puerta de casa de este amable matrimonio se ve la finca denominada El Palacio. Cuando nos acercamos hasta ella, entre el matorral se adivina el gran muro de piedra que cercaba su perímetro. El interior está devorado por la maleza y, a simple vista, no hay restos de antigua edificación. En su lateral oeste, ya fuera de ella, se encuentra la vetusta fuente del Ferreru.

A la aldea de Paderni bien podíamos titularla como "la patria del forno". En el recinto de la plazoleta, aún resiste uno en pie y los visibles restos de otros dos. Muy orgulloso nos cuenta Manolo que el hórreo que vemos en la finca del frente era el que se encontraba en el centro de la plaza. Lo trasladó allí porque dificultaba la escasa circulación que hasta aquí llega, ya que en este lugar finaliza la carretera. "Hermoso modelo etnográfico, bien antiguo, aunque tuve que remozar trabes, colondres y algunas maderas más. ¡Hágale una foto!", me pidió. No necesitaba tal indicación, y, además, aprovecho para fotografiarlo con un cargado y llamativo limonero en primer plano.

Don Alonso o don Alfonso de Quintanilla, que por los dos nombres se le conoce, vio la luz en Paderni. No se sabe con certeza, pero todo parece indicar que en la década de los treinta del siglo XV . Fuertes Arias y Susana Gómez se inclinan por 1420, y María Dolores Carmen Morales Muñiz por 1430. Fue escribano mayor de Privilegios, ejecutor de penas contra morosos, contador mayor de Cuentas y tesorero de la Fábrica de Moneda, alcalde mayor del Adelantamiento de Castilla, fundador de la Santa Hermandad y, sobre todo, hombre con gran influencia en la Corte de los Reyes Católicos.

El principal promotor para la creación de la Santa Hermandad fue Alonso de Quintanilla. Se trataba de un cuerpo militar, policial y tribunal de justicia superior, que limitó la jurisdicción de los alcaldes, luchó contra la delincuencia y puso coto a los nobles indisciplinados que actuaban como vulgares bandoleros. A su vez, don Alfonso participó en la conquista de Canarias (1480), con una cuantiosa aportación de dinero y como combatiente. Este ilustre ovetense, muy a nuestro pesar olvidado por todos y que bien merece un homenaje en el sexto centenario de su nacimiento, desempeñó los cargos más relevantes en la Corte de los Reyes Católicos, aunque su aportación histórica con signo universal fue su acertada visión de futuro.

Cristóbal Colón, hombre elocuente, soñador de aventuras, como lo cataloga Susana Gómez en su obra "Don Alonso Álvarez de Quintanilla. La decisiva participación de un asturiano en la empresa colombina", que venía rebotado de Venecia, Génova, Inglaterra, Francia y Portugal, encontró en Quintanilla un auténtico valedor para que, en abril de 1492, los reyes firmasen las Capitulaciones de Santa Fe y, en agosto del mismo año y desde el Puerto onubense de Palos, Colón emprendiera, nada más y nada menos, que la gran aventura del descubrimiento del Nuevo Mundo.

Al final, como siempre, transmitimos lo que Madoz, en 1845, contaba de la parroquia de Cruces: "Feligresía en la provincia, partido judicial, diócesis y ayuntamiento de Oviedo. Situado a la derecha del río Nalón en terreno montuoso y quebrado, con buena ventilación y clima sano. Tiene unas cien casas distribuidas en los lugares y caseríos de Bosque, Caldero, Covadonga, San Cristóbal, Fresno, Friera, Granda, Lugigo, Llanos, Morente, Pando, Paderni, Premaña, Pintos, Novales, Molino y Vidayán. La iglesia parroquial (San Esteban), se halla servida por un cura de primer ascenso y patronato real; hay también dos ermitas tituladas San Cristóbal y Nuestra Señora de Covadonga. Confina el término con los de Manzaneda y Naves. El terreno es montuoso y desigual pero fértil; en varios puntos brotan fuentes de buenas aguas que aprovechan los vecinos para surtido de sus casas y otros objetos. Los caminos son locales y malos; el correo se recibe de Oviedo. Producción principal: maíz, trigo, panizo, patatas, legumbres, frutas y pastos. Se cría ganado vacuno, de cerda, lanar, cabrío y caballar; hay caza de diferentes clases. Población 116 vecinos, 613 almas".

Si bien en la actualidad el número de chigres, en relación con los que existían hace unos años, ha descendido, aún podemos topar estupendos lugares en los que degustar excelentes platos tradicionales regados con generosos culinos de sidra. Y recuerden, si de verdad quieren gozar del entorno y sus gentes, recórranlo a pie y sin prisa.

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