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La alimentación saludable gana manzanas

Las calles de Oviedo reflejan el auge de las tiendas de comestibles ecológicos l "No creo que seamos frikis; más frikis son los que no cuidan lo que comen", afirma una clienta

"No creo que los que cuidamos la alimentación seamos unos frikis; más frikis son los que no la cuidan, pienso yo". Con esta rotundidad se expresa Victoria Galán, profesora de pilates y clienta habitual de un comercio de productos ecológicos de Oviedo. En los últimos tiempos se observa una proliferación de tiendas de comestibles que, de forma monográfica o mixta, ondean la bandera de lo natural como garantía de salud. La capital del Principado no es una excepción en esta expansión del universo ecológico.

Tanto los regentadores de las tiendas como sus clientes se muestran convencidos de estar abriendo un camino que acabará siendo transitado por mucha más gente. El boca-oreja funciona. Los beneficios de los productos "eco", "bio" u "orgánicos" se propagan. Todo consumidor satisfecho se lo cuenta a algún escéptico. Como consecuencia, la economía se mueve.

"Estamos muy contentos con la tienda. Me encanta el trabajo y la clientela es buenísima. Aquí no es difícil estar cara al público. El intercambio de información es muy enriquecedor, aprendo mucho de los clientes", explica Rosa de Juan Guerra, cuya tienda, en el barrio de La Florida (calle Cudillero), funciona desde noviembre de 2013. Los tenderos coinciden en subrayar que por las calles circulan, sin que nos apercibamos de ello, auténticos catedráticos en ecoalimentación. Los responsables de las tiendas tienen mucho que decir, por supuesto, pero la clientela también interviene muy decisivamente en el itinerario de los negocios a base de demandar nuevos productos. "Me envían fotos de los productos que quieren y nosotros se los conseguimos", agrega Rosa de Juan.

"Aquí vienen gente que hace deporte, parejas jóvenes, matrimonios con hijos a los que quieren inculcar la necesidad de una dieta sana, personas jóvenes y mayores que no tienen ninguna característica especial", explica Antonio Sierra Somoza, propietario de una franquicia en la calle Valentín Masip. Una de sus clientas, Montse Rodríguez Casal, está saliendo de una enfermedad grave: "Llegué a la conclusión de que tenía que empezar a cuidar un poco la alimentación", argumenta, mientras compra pan de centeno.

Victoria Galán visita la tienda de Rosa de Juan antes de impartir una tanda de cinco clases de pilates seguidas. "Antes, aunque era más joven, me sentía cansada, terminaba el día agotada, y eso fue un factor más que me animó a cambiar la alimentación. Ahora acabo el día mucho más fresca", señala. Confiesa que lleva un largo tiempo preocupada por lo ecológico, pero fue hace ocho o nueve años cuando decidió modificar sus pautas nutritivas y apostar por lo que los partidarios de este tipo de productos denominan "alimentación consciente", en alusión al conocimiento tan preciso que tienen de su origen e itinerario. "Entiendo que son mucho mejores los alimentos naturales, sin pesticidas ni procesos químicos de conservación. Tomo muchos alimentos frescos, frutas y verduras sin procesar, que son la base de mi alimentación", explica Victoria Galán.

Rosa de Juan Guerra creció en una casa con huerta en la que "jamás comprábamos fruta". Tenía 14 años cuando empezó a leer cosas sobre nutrición. Estudió Empresariales y desde hace tiempo coqueteaba con la idea de tener un negocio propio. La oportunidad surgió hace casi tres años y medio, cuando Manuel, su marido, se quedó en el paro. "Al principio teníamos cosas frescas, frutas, vino... que era lo que conocíamos. Luego, fuimos enriqueciendo la oferta", señala la propietaria del establecimiento de La Florida.

En las mesas y estanterías tiene un pack de "compango asturiano ecológico" en espera de una buena fabada a la que acompañar. Y toda una línea de los denominados "superalimentos", que suelen tomarse en pequeñas cantidades ("están de moda las semillas de chía", precisa). Los amantes de lo eco buscan alternativas que satisfagan al paladar y, en ocasiones, las encuentran. "Está muy bueno el chorizo hecho con caladizo, una pulpa de calabaza que se emplea en lugar de la carne animal y que tiene un sabor muy logrado", indica Rosa de Juan.

La tienda también ofrece azúcar de abedul, proveniente de Finlandia. ¡Ay, el azúcar! "Me hago mis propios dulces, pero no les pongo azúcar, sino dátiles, que endulzan suficiente. Cuando dejas de tomar azúcar durante un tiempo, y luego vuelves a tomarlo, te das cuenta de lo perjudicial que es para tu salud", comenta Victoria Galán. Su suministradora abunda sobre esta idea: "Hacemos muchos dulces sin harinas ni huevos ni azúcar, y sin embargo salen buenísimos. Por ejemplo, tarta con aguacate, que es dulce y aporta grasas, pero es muy bueno para la salud".

Es media mañana. En la tienda de Rosa de Juan irrumpe una clienta que trabaja en la cafetería de al lado:

-Dame unos palitos salados.

-¿Palitos salados?

-Algo para picar, lo que sea, tengo hambre.

Una hora más tarde, en el establecimiento de Antonio Sierra Somoza entra Marta García, que se autodefine como "ecológica, pero no obsesiva". La franquicia emplazada en la calle Valentín Masip no sólo vende productos ecológicos certificados. "Distinguimos entre producción ecológica y producción responsable", explica el propietario, quien especifica que producción responsable es aquélla que, siendo ecológica, no dispone de la certificación oficial.

"La filosofía de la franquicia es producto ecológico, productor cercano y kilómetro cero", señala, en referencia a la presencia -entre un total de 400 referencias distintas- de alimentos de origen asturiano y absoluta confianza, como legumbres, panes artesanos, crema de cacao ecológica, mermelada, huevos ecológicos...

La tienda dispone de un espacio al fondo destinado a talleres y charlas en los que participan los clientes. Al igual que Rosa de Juan, tanto Antonio Sierra como su colaborador Cristian Martín Gil testimonian que "aquí tenemos mucho intercambio de información". "Los clientes nos cuentan cómo preparan las cosas, qué es lo que les va bien, nos dan recetas...", indican.

En cualquier conversación sobre alimentos ecológicos flota en el ambiente la duda sobre los precios. La alimentación consciente tiene la etiqueta de cara. Victoria Galán puntualiza: "¿Caro? Para mí, no, porque es salud. Prefiero gastar dinero en esto que en salir a comer o a beber". Rosa de Juan añade: "La agricultura ecológica es más cara de producir porque el rechazo al uso de pesticidas aumenta los riesgos de perder la cosecha. Pero no creo que estos productos sean más caros que la fruta y la verdura de buena calidad". Antonio Sierra pone el acento en que "la posibilidad de comprar a granel, ajustando la cantidad de lo que te llevas, genera un ahorro".

¿Conclusiones? Cada lector obtendrá las suyas. Y Rosa de Juan, la suya: "Nuestros clientes no son frikis ni extremistas, sino gente muy educada que come de manera sana y que cuando quiere darse un capricho se lo da".

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