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Los cultivos del Paraíso

Aquel sabor del hinojo

La planta, de la familia del apio y la zanahoria, con aroma a anís, destaca por su poder regulador de la función hepática

Unos hinojos. Pelayo Fernández

"Sonaron dos disparos casi a la vez. Uno se perdió en el aire, el otro hizo dar una voltereta mortal al último de los Morrinson. Ralf enfundó el colt, miró en silencio a Betty, que había observado todo desde una ventana del primer piso del salóon, subió a su caballo y se alejó lentamente para no volver nunca."

Antes de usar la técnica del ensilado los veranos en las caserías asturianas eran infernales, sobre todo para los rapacinos que pasaban el curso en la ciudad y eran facturados por sus padres a la aldea de los abuelos hasta el nuevo inicio de las clases.

Si, había grillos, y golondrinas, y cangrejos en el "riuco" que corría allá abajo. Y estaba Piluca, y el cantar de las ranas al anochecer. Pero también la desgracia de tener que dejar la novela de Silver Kane encima de la mesita para ir a la hierba cuando más picaba el sol, las órdenes de la abuela eran terribles.

Cuando tocaba tirar de garabatu en el "Prao Muñiz", la cosa no era tan mala porque el arroyo pasaba al lado, y uno podía acercarse alguna vez a refrescarse con uno de los botellines de cerveza "El Águila Negra" sumergidos en el agua -en aquella época un crío de catorce años podía beber cerveza, o sidra, o vino con casera-. Yo aprovechaba para destrozar con un palo unas plantas parecidas al apio que soltaban un perfume que recordaba al anís.

Como sucede siempre, el viento de los años se llevó consigo las cervezas enfriadas en el río, los días de hierba, los abuelos, las ranas, las golondrinas, a Piluca, y casi todo lo demás. Hasta a Silver Kane, al descubrir que en realidad se llamaba Francisco González Ledesma, y que no era de Kansas sino del Poble Sec, la barriada de la falda del Montjuic, en Barcelona.

De hecho las vacaciones pasaron de durar tres meses a dos semanas, incluyendo los días de viaje, hacinados chofer, mujer, hijos, tienda de campaña, bolsas y perra San Bernardo en un Ibiza. En uno de aquellos viajes apretujados e histéricos paramos a comer en San Juan de Luz. El restaurante era pequeño y coqueto, y tenía menú del día, algo imprescindible.

El primer plato era una ensalada rara. Fue morderla y volver de lleno a los veranos inacabables de Limanes, el pueblo de los abuelos. Tenía el perfume de las plantas que yo despedazaba con un palo en la orilla del "riucu" del "Prao Muñiz". Pregunté el nombre de aquella verdura. Se llamaba "fenouil". Y es que los franceses hablan muy raro.

El Foeniculum vulgare, o hinojo, es una umbelífera, como el perejil, el apio, la zanahoria, y unas cuantas más, que nace espontánea, aunque hoy ya es de cultivo, y se caracteriza por su olor anisado, lo que la ha convertido en una planta muy utilizada en cocina.

Es vivaz -dura varios años- y se aprovecha de ella el bulbo y las ramas, con las que se enriquecen las ensaladas. Es rica en vitamina "C", calcio, fósforo y potasio, y muy recomendada por su poder digestivo -carminativa- y diurético. Su cultivo es muy simple; basta sembrar en primavera, en un lugar soleado de la huerta, las semillas a una distancia de treinta centímetros; a los pocos días brotarán y solo hará falta cuidar que no sufra por falta de agua, y arrendarla (aporcarla) para que la base sea blanquecina. A los tres meses ya se podrán cortar las ramas de forma escalonada; la planta las irá sustituyendo por otros brotes. No tiene más truco.

Vi manojos de hinojo expuestos en una frutería tan guapa y arreglada como el pequeño bistro en el que acabábamos de comer. Me horrorizó el precio. Calculé entonces el capital que yo había destruido a palos cada vez que bajaba al río de mi infancia. Y recordé el aroma de la hierba bien curada, y el placer de la lectura desenfada de las novelucas del oeste tirado encima de la cama. Y los huevos con torreznos del desayuno. Y el volar de las golondrinas. Y las coletas de Piluca. Y lo feliz que había sido aquellos largos veranos? sin saberlo. Puede que ahora lo sea también, y lo descubra el día de mañana.

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