"La caridad en acción es la compasión y el cuidado. Estas dos actitudes deben estar en el centro del acto médico para un cristiano", afirmó ayer Patricia Rodríguez Suárez, médico de familia y adjunta del servicio de Urgencias del Hospital de Cabueñes, de Gijón. "El avance tecnológico, que es bueno siempre que ayude a curar y a atender mejor a los pacientes, a menudo acaba restando tiempo al encuentro personal. Podemos pasar horas trabajando como 'máquinas', sin mirar siquiera a los ojos al paciente", agregó la facultativa en el transcurso de la charla que ofreció en el salón de actos de la Basílica de San Juan, como cierre del ciclo de conferencias cuaresmales desarrollado desde el lunes.

"La enfermedad vista por los médicos cristianos: circunstancia humana y ocasión de fe" era el título de la charla de Patricia Rodríguez. A juicio de la ponente, en la actualidad "los médicos cristianos separan muy a menudo sus compromisos religiosos de los profesionales", debido a que "algunos temen que un compromiso demasiado explícito de su ética cristiana no sea objetivo frente a la situación real del paciente, creyente o no". La médico de Cabueñes señaló que muchos facultativos "se ven excluidos entre sus compañeros si plantean demasiadas cuestiones que por su identidad cristiana deben vivir de manera distinta a como lo hace el resto".

Frente a estas realidades, Patricia Rodríguez subrayó que "la fe no puede ser un añadido, sino que la condición de cristiano debe marcar toda nuestra vida, en la familia, con los amigos, en el trabajo, en nuestra forma de estar en el mundo".

La ponente relató lo que le sucedió hace un mes, en una guardia de sábado por la tarde. Un paciente estaba muriéndose y sus familiares decidieron salir fuera porque no querían presenciarlo. Así lo refirió: "Se trataba de un hombre joven, de 48 años, enfermo de sida, hepatitis C y ahora un cáncer de páncreas. Había llevado una vida dura, marcada por las drogas y más cosas. Sólo sabía decir que quería morirse para dejar de molestar a los suyos. Resulta más fácil como médico tratar al enfermo con fármacos o técnicas que alivien sus síntomas que acompañar cuando ya lo único que se puede hacer es cuidar y acompañar. Una enfermera dijo algo así como: 'En definitiva, cuando uno lleva una mala vida, todo se paga'. No me pude callar y le contesté: 'A saber qué habríamos hecho nosotros si hubiéramos nacido y vivido lo que él haya podido vivir'. No es un caso para lucirse como médico, no le salvé la vida, no pude siquiera aliviarle todo su dolor, sino sólo un poco. Pero confieso que me sentí agraciada y transformada por ese enfermo que Dios puso en mi camino".