La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El misterioso acueducto de Los Arenales

Las primeras alusiones a la traída conocida como La Granda de Anillo aparecen en el siglo IX en documentos del rey Alfonso el Casto

Ubicación del manantial de La Granda de Anillo, en Los Arenales, y su trazado hasta Puerta Nueva, en la calle Magdalena. lne

Oviedo siempre necesitó abastecerse de agua foránea para paliar la sed y los menesteres higiénicos de sus moradores. Además de la trascendente infraestructura arqueada que aprovechaba las fuentes de la ladera meridional del monte Naranco (muy renombrada por sus famosos "pilares"), existió otra mucho más antigua que conducía las aguas de los manantiales del entorno de Los Arenales, desde San Esteban de las Cruces hasta el centro urbano.

Las primeras noticias sobre este acueducto, conocido históricamente como de "La Granda de Anillo", figuran en la donación que hizo Alfonso II el Casto a la Iglesia, hecho recogido en el famoso "Testamentum Regis Adefonsi", fechado en el año 812. La susodicha obra estaba construida de manera sencilla a base de arcaduces de barro cocido, componiendo una cañería de 1,5 kilómetros de longitud que llegaba a Puerta Nueva (actual calle Magdalena) y, desde aquí, se prolongaba por Cimadevilla hasta alcanzar las dependencias del palacio regio, situado a la vera del extinto templo de San Salvador.

Apenas hay información fidedigna sobre esta vetusta traída desde su inauguración, en pleno siglo IX, hasta bien avanzado el siglo XIV. En el libro "Kalendas II" se narra que este acarreo se rehizo a mediados de esa centuria a instancias del Cabildo, dado que la urbe bajomedieval ya alcanzaba una población importante, notablemente influida por las peregrinaciones jacobeas a las joyas de la Cámara Santa.

Bien conocido es el dicho que reza: "Quien va a Santiago / y no al Salvador / visita al criado / pero no al Señor". Este documento de la "Sancta Ovetensis" contiene detalles precisos sobre la reparación del acueducto, incluyendo nuevas obras, centrándose principalmente en los pormenores de fontanería necesarios para evitar las habituales pérdidas de agua.

Otra fecha clave sobre esta ancestral construcción aparece en los Acuerdos Municipales del año 1499, donde vuelve a tratarse del suministro desde los manaderos de San Esteban de las Cruces, mencionando que era frecuente que los maestros de obra visitasen ex profeso el lugar para su adecentamiento. Las tareas correctoras debieron sufrir bastantes vicisitudes, pues todavía continuaban en el primer cuarto del XVI.

Al inicio de la siguiente centuria, concretamente el 13 de marzo de 1612, el rey Felipe III autorizó imponer un tributo sobre determinadas mercancías con el objetivo de rehacer el servicio de las aguas de Los Arenales. En el archivo municipal se conserva un amplio expediente sobre la transferencia de las aguas de La Granda de Anillo a la ciudad (Fuentes y encañados, legajo 25, número 7); consta de varios documentos tratando muchas particularidades de los trabajos: autorización y remate de sisas, nombramiento de maestros de obra, responsables de proyectos o las condiciones para subsanar los manantiales.

A tal fin, en 1621 se encargó al maestro de cantería cántabro Gonzalo de Güemes Bracamonte la tarea de recuperar la conducción hasta la metrópoli, lo que se consiguió con bastante celeridad. Con las cuantiosas inversiones destinadas al transporte hídrico -aquí se incluyen el de La Granda de Anillo y el del Naranco. Se logró que el agua llegase a varias fuentes públicas y privadas, situadas en la plaza de la catedral, el palacio episcopal, la fortaleza y en su vecina galera. Estos asuntos fueron tratados en una sesión consistorial del año 1627, donde consta que el líquido recibido se repartía a través de ocho caños o fuentes; asimismo se solicitó licencia real para volver a imponer sisas, por un monto de dos mil ducados, "para la manutención y reparos de las quiebras de las fuentes de Fitoria y Granda de Anillo".

A lo largo de ese período constituía un desvelo constante preservar en buen estado las instalaciones que surtían a Oviedo, abundando las visitas de inspección para controlar el buen estado de los trazados. No cesaban las reparaciones, de las que no se libró la traída de La Granda que había sufrido algunos desperfectos, y se aprovechaban las circunstancias para reformar, también en 1682, los puntos de suministro de la población, haciendo especial mención a la zona del antiguo matadero ubicado en la hoy calle Marqués de Gastañaga.

Hay que llegar al siglo de las Luces para encontrar nuevas alusiones al encañado que nos ocupa. Se trata de unos manuscritos, conocidos como "Fragmentos Históricos", que se conservan en el Archivo Calasancio de Salamanca. En ellos puede leerse -después de referirse al de Fitoria- que las aguas que brotan en el hontanar de Los Arenales son transferidas por medio de cañerías para abastecer a la ciudad por medio de varios caños públicos.

Ya iniciada la etapa decimonónica, en una reunión extraordinaria del Ayuntamiento -celebrada el 10 de enero de 1818- se reconoce una antigüedad inmemorial al acueducto de La Granda. Es muy interesante la descripción que hace Pascual Madoz del mismo en el año 1849: "Aunque de buena calidad el agua, no es tan exquisita como la de Fitoria. Por su grande abundancia pueden surtir cómodamente los dos manantiales tres poblaciones como la de Oviedo. Pero construidos los viajes o encañados hace muchos años y cuando la hidrostática no había alcanzado la perfección que tiene en el día este ramo de las ciencias físico-matemáticas, su sistema no da los resultados que ofrecen otras de igual clase. Los caños de que se componen los encañados son de barro poco cocido, y tan mal unidos están entre sí, que se filtra el agua y se pierde en gran cantidad, y por hallarse colocados sobre terreno barroso, arenisco y flojo, se adultera en tal disposición, que apenas se puede hacer uso de ella en tiempo de grandes lluvias".

Por último, no se debe ignorar la opinión de José Ramón Tolivar Faes, según la cual aún no han desaparecido totalmente los restos de aquella infraestructura. El erudito lo afirmaba en el año 1958 y aconsejaba que "merecería la pena investigar la época en que fueron construidas las sugerentes arquetas que todavía captan las abundantes aguas de los Arenales".

Compartir el artículo

stats