Ángel Fidalgo

Palmas y laureles en la procesión de la parroquia de San Julián de los Prados, que ayer por la tarde se convirtió en un acto de fe en el que había muchos niños acompañados de sus padres y abuelos.

Muchos de ellos ya estaban media hora antes a la sombra de los árboles del jardín de la iglesia prerrománica. Como comentó una de las abuelas que se habían anticipado a la hora de la salida de la procesión, Teresa Fernández: "La tarde está muy buena y merece la pena venir antes para coger sitio y disfrutar de la sombra de los árboles que tenemos en estos jardines".

Un cuarto de hora antes de las cinco de la tarde, la mayoría de los participantes de la procesión se fueron juntado poco a poco frente a una de las dos casas sacerdotales, concretamente en la que se encuentra en la plaza de Santullano, que es la que está destinada a la celebración de actos parroquiales.

Cuando dieron las cinco de la tarde, el párroco de San Julian de los Prados, Jesús Francisco Rodríguez de la Vega, a la puerta de la casa sacerdotal, recordó a los fieles que "hoy recordamos el día en que Jesús entró triunfante en Jerusalén". Poco después comenzaba la procesión hasta el templo parroquial, donde se celebró la eucaristía.

Pero antes, el párroco advirtió también a los asistentes que, "esta procesión, igual que todas, nos recuerda que somos peregrinos, y que por lo tanto estamos aquí de paso". Ése fue el momento en que cuatro niños portaron a hombros un pequeño paso, con otros tantos cirios encendidos en sus cuatro esquinas, que representaba la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.

"Gente siempre hay mucha en esta procesión que ya está muy arraigada en la parroquia; pero hoy me llama la atención especialmente que los padres en lugar de ir a la playa -el termómetro marcaba 24º- o ver por televisión el partido del Real Madrid con el Atlético de Madrid optaran por venir a la procesión con sus hijos. Este gesto quiere decir algo", comentó un dicharachero parroquiano, Antonio Alonso, que en el acto religioso no tenía hijos ni nietos, pero que en sus manos sostenía una rama de laurel, igual que su mujer. Y así transcurrió la tarde en la parroquia ovetense.