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Una pareja de Vallobín lleva más de un año encerrada en casa por el atasco en Urbanismo

"Espero salir este verano", dice un octogenario impedido, a la espera de que su comunidad logre licencia para instalar una plataforma elevadora en el portal

Carmen Fraga empuja la silla de ruedas de su esposo, Manuel Argüelles, ante la mirada de Amelia Lerma, ayer, en el domicilio que el matrimonio comparte en la calle Marcelino Suárez del barrio de Vallobín. FERNANDO RODRÍGUEZ

"Lo que más echo de menos es estar sentando en el banco que hay enfrente de casa". A sus 83 años Manuel Argüelles aspira a poder volver a salir de casa. No lo hace con regularidad desde noviembre de 2015. Y es que una problema cardiaco, sumado a problemas de artrosis y a una operación de rodilla "de la que no quedó muy bien", dice Carmen Fraga, su mujer- le mantiene atado a una silla de ruedas.

¿Y por qué Argüelles no puede volver al banco que tanto añora? El problema es la endemoniada accesibilidad del portal del piso donde vive (con un tramo de escaleras y una rampa empinadísima) desde hace cinco décadas en la calle Marcelino Suárez, en Vallobín. Por eso la comunidad de vecinos dio luz verde en marzo de 2016 a la colocación de una plataforma elevadora para que él, y otros residentes del edificio, puedan salir del portal sin problemas. Pero el permiso para ejecutar los trabajos no llega debido al atasco que hay en el área de Licencias de la concejalía de Urbanismo del Ayuntamiento por la falta de personal. En este tiempo los vecinos ya han acabado de pagar la derrama para financiar la obra.

Mientras, Argüelles pasa el día encerrado en su casa en compañía de su mujer, que no lo deja sólo para evitar caídas. "Ya se fue al suelo dos veces. En una de ellas tuvimos que avisar a los de la cafetería de abajo para que me ayudaran a levantarlo", explica su mujer, que reconoce que la situación en la que se encuentran "me cabrea mucho". La pareja aún recuerda la última vez que Argüelles, un transportista jubilado, pudo salir de casa. "Fue el 28 de febrero para ir al hospital", dicen. Entre tanto, el hombre cuenta los días sentado "en el cuartel general". Esto es una tabla que, sobre unos cajones de cómoda, hace las veces de mesa donde come, y tiene a mano el mando del televisor y su teléfono móvil. "Me levanto a las 9.30 y ya vengo a ver esto", dice señalando el televisor encendido que se ha convertido en su única ventana al mundo exterior. También explica que se entretiene leyendo los whatsaap que le envían sus familiares. Mientras cuenta su historia, Carmen Fraga mira con ojos cansados a su esposo. "Siempre ha sido muy sociable", afirma, siendo confirmada su apreciación por Amelia Lerma, vecina del portal. "Espero pasar este verano en la calle", retoma la conversación Argüelles con grandes dosis de optimismo. "¿Optimista? Pues claro, ¿y qué voy a hacer si no fiu. No hay otro remedio. La esperanza es lo último que se puede perder", sentencia mientras suspira por poder volver a sentarse en su banco a pulsar la vida del barrio.

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